SABIOS
Asaph Hall, el descubridor de los satélites de Marte, tuvo
una carrera extraña. Había sido un carpintero sin educación formal, y era, en
su mayor parte autodidacta, recogiendo a su paso fragmentos de información. Se
interesó por la astronomía en 1857 y aceptó un empleo como ayudante en el
Observatorio del Colegio Harvard, con un sueldo de 3 dólares semanales. Llegó a
profesor únicamente 6 años más tarde, 14 años antes de su descubrimiento en
1877.
Thomas Edison, quien estaba totalmente sordo, no pensó en el
fonógrafo en términos de música y diversión. Se interesaba por los negocios y
por el potencial educativo de su invento; dictado, grabaciones para los ciegos,
historias orales, la preservación de idiomas, la enseñanza de la elocución y
relojes que podían señalar la hora en voz alta. También previó otros empleos
para otro de sus inventos trascendentales, el cine. Dijo en 1926: “los
norteamericanos requieren el silencio reposado en el teatro cinematográfico. El
hablar de la pantalla destruye para ellos la ilusión. Puede pensarse en
aparatos para proyectar las palabras del actor de la cinta, más la idea no es
la práctica”.
Robert Goddard (1882-1945) recordó cada año el 19 de octubre
de 1899, cuando él, entonces un estudiante de segundo año de enseñanza
secundaria, de 17 años, trepó a un cerezo y experimentó una clase de visión que
despertó su interés, por la tecnología de cohetes y la exploración espacial. Su
visión fue la de un vehículo que transportaría seres humanos al planeta Marte.
Veintisiete años después, Goddard lanzó un cohete desde la granja de su tía
Effie en Massachusetts.
La vaca debe desaparecer, dijo Henry Ford en 1921. El
industrial, siempre iconoclasta, propuso que la leche fuera hecha sintéticamente.
Su consideración de las vacas lecheras como animales ineficaces y sucios puede
haber emanado de experiencias desagradables en la granja de su padre, donde el
ordeño había sido una labor exasperante y molesta.
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