29 de enero de 2018

TSUTOMU YAMAGUCHI, UN HOMBRE CON SUERTE


El 6 de agosto de 1945, Tsutomu Yamaguchi caminaba por un campo de patatas cuando escuchó el sonido de un avión surcando el cielo. Se dirigía a su trabajo en los astilleros de Hiroshima. Al escuchar el ruido, el chico miró hacia arriba y vio caer un objeto. El avión era el Enola Gay, un bombardero B-29 de los Estados Unidos. Su tripulación debía arrojar la primera bomba atómica y el objeto era una bomba de uranio de 13 kilotones. 43 segundos después, a unos 600 metros sobre la ciudad, detonó.

Yamaguchi lo describió como un gran destello blanco, acompañado de un ruido ensordecedor. Al intentar tirarse al suelo, en lugar de caer hacia abajo fue absorbido hacia arriba por una corriente de aire que lo tiró al suelo. Segundos después volvió en sí. Al principio no vio nada, cuando se fue incorporando lentamente, contempló una enorme nube en forma de hongo en medio del cielo oscuro.

El dolor le golpeó. Le ardían los braos y la mitad izquierda del rostro. Sin apenas fuerzas, consiguió atravesar los 180 metros que lo separaban del refugio antiaéreo, había sufrido grandes quemaduras. Dos horas después salió al exterior. Con dos compañeros, se dirigió a la ciudad para recoger las cosas de su vivienda.

Al llegar al centro de Hiroshima se encontró con un desastre descomunal. Todo había sido devastado, los supervivientes caminaban desolados. Al amanecer se dirigieron a la estación del tren y cogieron el primero que salía hacia el oeste. Yamaguchi había estado a 3,2 kilómetros del epicentro de la explosión. 78 000 personas murieron en el acto y 140 000 murieron después por el efecto de la radiación.

Yamaguchi tuvo suerte, pero no sería la última vez que se salvaba por los pelos de una explosión. Unos días después se dirigió a Nagasaki para reunirse con su mujer y su hijo, además de solicitar volver al trabajo.

El 9 de agosto estaba sentado en el despacho de su jefe contandole lo sucedido en Hiroshima cuando, de repente, se repitió la historia anterior. Una segunda bomba atómica, en este caso una cabeza nuclear de 25 kilotones de plutonio. La explosión sacudió la oficina donde trabajaba Yamaguchi con tal violencia que cayó al suelo. Otra vez se encontraba a solo 3 kilómetros del epicentro de la explosión.

Esta vez tuvo suerte, no resultó herido gracias a la pantalla de protección formada por un hueco en la escalera de acero. Yamaguchi salió por una ventana y caminó por las calles en ruinas en dirección a su casa. Su hogar había sido destruido, pero su familia se encontraba en perfecto estado. Murieron en el acto 70 000 personas. Pocos días después, Japón se rindió.

Tsutomu Yamaguchi vivió hasta los 93 años, y contó su sorprendente historia a generaciones y generaciones.

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