2 de enero de 2018

HISTORIAS DE BOTICARIOS


Los remedios que preparaban los boticarios no eran nada económicos. Fernando el Católico pagó 50 doblas de oro castellanas a su boticario Jaime Pascual, de Barcelona, por las medicinas que le recetó para curar una herida en la nuca que el perturbado Joan de Canyamárs y por lo que fue ejecutado, le hizo al rey en el año 1493.

El rey Juan I pagó a Esteban de Torre, boticario de cámara, mil florines de oro de Aragón por los servicios prestados al rey. El motivo fue una enfermedad que padecía el rey que duró dos años. Como el rey no podía pagar de una vez ese dineral, asignó a su boticario una pensión anual de mil sueldos. El documento se firmó en el monasterio de Valldoncella el 15 de abril de 1388.

Alfonso III de Aragón ordenó que ningún boticario pudiera exigir el valor de los medicamentos pasado un año del día en los vendió. Las recetas debían estar firmadas por el médico.

Alfonso el Magnánimo en las “Ordinations fetes sobre speciers y apotecarys”, prohíbe que el médico administre y el especiero despache medicina alguna sin receta clara, y con nombres vulgares o no conocidos por la gente. En 1537, Carlos I y su madre doña Juana, que los médicos recetasen en romance.

Los boticarios del siglo XV, elaboraban los medicamentos más usuales calculando su venta y consumo, el motivo era para no guardarlos más tiempo del aconsejable. Los peritos delegados por la autoridad visitaban las boticas para efectuar inspecciones, si estaban caducados les multaban. Para facilitar la tarea a los peritos, en los envase se veía el mes, día y año de su fabricación.

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