HISTORIA DEL ABRIGO
Hasta el siglo XIV para abrigarse se usaban mantos o capas, que se ponían cruzados por los hombros o abrochados por delante. El ropón aparece a mediados del siglo XIV, aunque solo lo lucían los nobles. A finales del siglo XVI y comienzos del XVII, empezó la moda de los abrigos de hombros amplios, acolchados de heno, también se empezaron a usar pieles de nutria, astracán, zorro y visón.
A partir del siglo XX, al haber mayor variedad de telas se aligeraron los abrigos, permitiendo una mayor variedad de modelos. En los años 30 todas las señoras tenían dos abrigos: los de mañana, de lana gruesa en colores tostados, inspirados en los abrigos masculinos, y los de noche, de lana negra, o de seda con brocados.
En los años 50, la moda era lucir abrigos de visón de diferentes colores, símbolo de lujo, se convirtieron en el sueño imposible de toda mujer. Revolucionaron la moda los abrigos de vuelo de Dior y el “tent coat” de Balenciaga.
A finales de los 60, comenzaron las primeras campañas en contra de las pieles, después de que Jacqueline Kennedy luciera un ostentoso abrigo de leopardo. Eso dio paso a las pieles sintéticas, consiguiendo, con los avances tecnológicos, reproducir el tacto, la calidez y la suavidad de la piel animal.
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