14 de abril de 2017

COFRADES Y COFRADIAS


Las cofradías penitenciales de la España en la Edad Media solían tener muy pocos cofrades. Había cofradías de carácter gremial y estamental, incluso étnico –hermandades de esclavos negros-. Las más importantes eran las que aceptaban a miembros sin distinción de riqueza o estamento.

Pertenecer a una cofradía garantizaba aceptación social, sobre todo para los cristianos nuevos, que de esa manera limpiaban su árbol genealógico, si habían tenido algún ascendente judío. En las fiestas litúrgicas importantes las cofradías iban con sus banderas y gallardetes a las iglesias, catedrales y procesiones, mezclándose con las personas más selectas de la ciudad. En muchas hermandades los puestos de cofrade se heredaban de padre a hijo, teniendo preferencia el primogénito.

Los cofrades se aseguraban un entierro digno: eran amortajados con sus túnicas, sus hermanos cofrades iban al velatorio y al sepelio, se les dedicaban misas por su eterno descanso durante algunos años. Además los hijos y la viuda recibían una manutención que corría a cargo de la cofradía.

Los cofrades que caían enfermos eran atendidos por médicos pagados por la hermandad, que también se hacía cargo de las medicinas. Muchas cofradías regentaban hospitales en los que ingresaban tanto los cofrades como los peregrinos y pobres. En ocasiones, cuando algún cofrade estaba convaleciente, la hermandad les asignaba un jornal para ayudarlo en las cargas familiares.

El espíritu democrático era muy importante en las cofradías de la Edad Media. Cada cofrade equivalía a un voto en sus reuniones o cabildos. Se elegía a la junta directiva mediante sufragio, se renovaban los cargos cuando lo marcaban los estatutos, con obligación de enseñar la contabilidad anualmente a todos los hermanos ya que, la gestión de la cofradía eran muy importante para que la hermandad funcionara a la perfección.

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