CÓRDOBA EN LA ÉPOCA DE ALMANZOR
Cuentan los cronistas medievales acerca de Córdoba, refiriéndose a la época del caudillo del Califato, Almanzor (938 d. C.-1002), que en la capital del califato había 1.600 mezquitas, 900 baños públicos, 60.300 mansiones para gente importante, además de 213.077 hogares para la población en general y 80.455 tiendas. Su núcleo urbano sorprendía a sus visitantes por sus dimensiones, por su elevada población y por las actividades de todo tipo que en él se desarrollaban.
Córdoba fue una ciudad que no dejó de crecer hasta que estalló la guerra civil en el año 1009. Tenía alrededor de 21 arrabales, cada uno de los cuales estaba provisto de mezquita, mercado y baños para el uso de sus habitantes, de manera que los de un suburbio no tenían necesidad de recurrir a otro ni para sus asuntos religiosos ni para comprar lo más necesario para vivir.
Su población en la décima centuria era de unos 500.000 habitantes. Además, en Córdoba florecían los más variados talleres artesanales y en sus mercados se intercambiaban producto de todo Al-Andalus y de los más alejados rincones de la Tierra.
Eran famosas las diversiones en Córdoba: la caza, las carreras de caballos, las peleas de animales, etc. También se celebraban tertulias literarias, mercados de libros, mercados de esclavos. La fama de Córdoba en los tiempos del califato era impresionante. La monja y escritora alemana del siglo X, Hroswitha de Gandersheim (935 d. C.-1002) dijo de Córdoba, que era el ornamento del mundo.
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