LA NAVEGACIÓN EN CHINA Y ORIENTE
Tres siglos antes del nacimiento de Cristo, los pueblos
polinesios fueron echados del Asia y se desplazaron hacia el Este a través del
Pacífico, de archipiélago en archipiélago, dejando núcleos de población en cada
isla. La peregrinación duró mil años, entre las Marquesas y Hawai, cientos de
flotas de piraguas recorrían más de tres mil kilómetros sin tocar tierra ni una
sola vez. Según los expertos estos marinos polinesios utilizaban piraguas
dobles provistas de velas e impulsadas hasta por 50 remeros. En el centro, una
plataforma servía de refugio para mujeres, niños y animales domésticos.
En China, desde tiempos muy remotos, utilizaban juncos
capaces de navegar por los grandes ríos y a lo largo de las costas. Veleros de
cinco mástiles se desplazaban por los ríos de Caray, cuando en Europa todavía
navegaban con balsas fabricadas con troncos. La brújula, el timón, los puentes
y camarotes, eran muy normales en las embarcaciones chinas.
Los árabes dominaban el comercio con Oriente durante la Edad
Media, traficaban entre China y Occidente en lujosos barcos, ricamente
adornados, equipados con brújulas chinas.
Los árabes protegían sus naves con planchas metálicas, siendo estos los
primeros acorazados. Con barcos comprados en Levante y marineros egipcios y
sirios, los árabes pudieron conquistar, en el siglo IX, Chipre, Creta y Sicilia,
la flota bizantina fue la que les impidió apoderarse de Constantinopla. En Constantinopla se sentían
orgullosos de sus “dromons”, grandes galeras birremes que iban impulsadas por
un centenar de remeros, equipadas con fuego griego para incendiar las naves
enemigas.
Desde el Norte llegaron nuevos marinos, exploradores y
mercaderes. Eran altos, fuertes y barbudos que traían pieles, esclavos, dientes
de foca desde sus escondites perdidos en Escandinavia, eran los vikingos.
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