13 de junio de 2016

EL HOMBRE DE BEIJING


Desde finales del siglo XIX, los pekineses les vendían a los turistas extranjeros todo tipo de huesos fósiles, intentando convencer y la mayoría de veces convenciendo, que eran dientes de dragón. Por casualidad uno de esos dientes fue a parar a parar a manos de un científico sueco, que descubrió que era un diente que pertenecía a un mamífero.

Busco el origen del diente y afirmo que provenía de una cueva cercana a Beijing, que ya había sido investigada por primera vez en el año 1921. Un hombre del pueblo llevó a los arqueólogos hasta un osario, conocido como Colina del Hueso del Dragón.

Poco tiempo después, el paleontólogo austriaco Otto Zdansky comenzó su excavación y encontró huesos que parecían molares de humano. En el año 1926 los llevó a la facultad de medicina de Beijing, donde el anatomista Davidson Black lo confirmó.

Inmediatamente se dio a conocer el hallazgo en la revista Nature y la Fundación Rockefeller patrocinó los trabajos en Zhoukodian que, en 1929, pasaron a manos chinas. Durante los siete años siguientes, se desenterraron fósiles de más de 40 personas distintas, incluyendo seis bóvedas craneanas casi completas.

Las excavaciones se pararon en julio de 1937, cuando los japoneses ocuparon Beijing. Los fósiles fueron puestos a salvo en el Laboratorio de Cenozoico de la facultad de medicina de Pekín. En 1941, fueron enviados a Estados Unidos para protegerlos de la invasión japonesa. En el camino desparecieron cuando iban de camino hacia Qinghuangdao, al ser apresados los marines que los guardaban. Desde entonces no se sabe donde están los huesos.

Existen distintas teorías sobre lo que ocurrió con los huesos, incluso se llegó a decir que se hundieron con el buque japonés Awa Maru.

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