4 de mayo de 2016

JAMES BARTLEY Y LA BALLENA


En un artículo titulado “Aventura vivida” de la revista STAG, en junio de 1957, se contaba la extraña odisea del marinero James Bartley, miembro de una tripulación de barcos pesqueros que hacía sus incursiones en la zona del Ecuador.

Su barco, el “Star of the East”, formaba parte de una flota pesquera importante de la marina mercante de Estados Unidos. En el año 1891, la caza de ballenas constituía un importante negocio. Avistando un cetáceo, el patrón de la embarcación dio la orden. Los botes, con los marineros listos para la caza, fueron rumbo a la dirección señalada.

Batley, con el arpón preparado, iba a la proa de uno de los botes. Al acercarse, el animal se sumergió. Un momento después volvió a emerger, lo que aprovechó el patrón para clavar el primer arpón en un costado del animal.

Le tocaba el turno a Bartley, apuntó con precisión, hundiéndolo en una parte sensible del cuerpo. El cetáceo, desesperado de dolor, se sumergió una vez más, para reaparecer, enloquecido y furioso, enseñando sus grandes dientes y enfilando directamente al bote que le había agredido.

Los tripulantes se lanzaron al agua, tratando de huir en cualquier dirección, pero Bartley no lo consiguió, y ante el horror de sus compañeros, su cuerpo desapareció por la garganta del enorme animal.

Herida de muerte, la ballena logró huir de sus perseguidores y se perdió en el océano. Otros botes recogieron a los sobrevivientes, continuando la faena pesquera.

Al día siguiente, el vigía divisó el cuerpo de una ballena que flotaba en la superficie, era un animal enorme y lleno de grasa. Le amarraron la cola y fue llevado a bordo, el cuerpo de unas cien toneladas, fue descuartizado, tardaron 48 horas. Redujeron al cetáceo a un esqueleto.

Mientras la descuartizaban, el grumete preguntó si no sería ésa la ballena que se había tragado a Bartley, ya que se había notado la presencia de un arpón en el mismo lugar del cuerpo de la ballena. Después de un buen rato y mucha paciencia, consiguieron extraer el inmenso estómago y, al cortar la membrana de retención, distinguieron con claridad un cuerpo humano.

Lo sacaron. El cuerpo estaba purpúreo, cubierto con la sangre del animal y su rostro desfigurado por la expresión agónica. Era Bartley. Después de cinco horas de esfuerzo, lo devolvieron a la vida. Estaba trastornado y lo tuvieron que atar en su camarote. Tuvo que ser sometido a tratamiento médico y nunca más volvió a embarcar.

Sólo recordaba haber caído en una gran cavidad donde perdió el conocimiento. Había permanecido dentro durante sesenta horas. Todavía hoy, no se sabe si la historia es real o totalmente inventada y basada en la aventura de Jonás y la Ballena.

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