21 de mayo de 2016

HISTORIA DE LA MOSTAZA


Los griegos y los romanos conocían la mostaza, pero sólo en polvo, no sabían ni prepararla ni conservarla. Ambos la llamaban “sinapis”. Los romanos empleaban la mostaza al natural, es decir, la molían y la mezclaban con la comida, a comienzos del Imperio mezclaban mostaza con salmuera de atún, obteniendo una salsa que llamaban “muria”. Otra de sus combinaciones era mezclar polvos de mostaza, intestinos, cabezas y agallas de anchoas, verdel y dorada, setas frescas, laurel y tomillo. Lo machaban y lo pasaban por un tamiz, lo llamaron “garum”. Se vendía la medida (equivalente a un litro) al equivalente a nuestros 6 euros.

En el Antiguo y el Nuevo Testamento se mencionan los granos de senave, que significa mostaza en hebreo.

En el siglo XIII, en París, se elaboraban salsas de mostaza que se vendían a domicilio y por las calles. El que quería salsear alguna comida, abría la ventana y llamaba al vendedor de salsas. Muy pronto se impuso la mostaza de Dijon. En unas fiestas dadas en 1336 al rey de Francia, Felipe de Valois, por el duque de Borgoña, en un solo banquete se consumieron 300 litros de mostaza.

Los reyes de Inglaterra eran también muy aficionados a la mostaza. En 1453, cuando Eduardo III invadió Francia.

Una anécdota sobre la mostaza:
El Papa Juan XXII (Papa de Avignon) era muy dado a los placeres de la mesa, teniendo una gran predilección por la mostaza, y también tenía un sobrino que era un gran vanidoso y a la vez una perfecta nulidad.

Como no servía para nada no sabía qué cargo concederlo, pues éste a la fuerza quería desempeñar uno. Después de mucho pensar se le ocurrió nombrarle “Premier moutardier du Pape”, o sea, “Primer mostacero suyo”.

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