7 de julio de 2014

COSAS DE REYES


Los cortesanos de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, llevaban miles de piojos debajo de sus pelucas. Las damas ocultaban, gracias a sus poderosos perfumes, su excesivo olor a suciedad y sudor.

Cuando Luis XVIII entró por primera vez en el año 1814 en las Tullerías, una dama de su sequito, al pasar por un pasillo que olía fatal, dijo: -¡Qué olor! ¡Cómo me recuerda “le bon vieux temps”! (los buenos viejos tiempos). Ésta dama, explico a las cortesanas más jóvenes, que en tiempos de Luis XVI, las damas orinaban de pie donde podían y querían, por los pasillos, los patios, los salones, incluso en la propia sala del trono o cámara real. Cuentan que no sólo eran orines lo que recogían los criados por las salas del palacio.

Isabel Clara Eugenia de Austria (1566-1633), infanta de España, casada con el archiduque de Austria, Alberto VII (1559-1621). Juró no cambiarse de camisa interior hasta que sus tropas pusieran fin al asedio de Ostende (Bélgica). Como ese asalto duró tres años, desde agosto de 1601 hasta el 20 de septiembre de 1604, la camisa termino sucísima. Los franceses le llamaban al tono parecido al blanco (blanco sucio) “couleur Isabelle” (color Isabel).

El doctor Clement, encargado de atender los partos de las amantes de Luis XIV, tenía que hacer su trabajo profesional con los ojos vendados.

Carlos III prohibió en 1784 marcar con hierro candente a los esclavos.

Carlos VII dejó de comer por miedo a ser envenenado. Murió de inanición.

Alejandro I de Grecia murió cuando su mono, que tenía como mascota, le dio un mordisco y le contagió la rabia.

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