11 de junio de 2014

GESTIÓN DE UNA GRANJA EN LA ANTIGUA ROMA


Según Marco Porcio Catón, conocido como Catón el Viejo, o Catón el Censor (234 a. C-149 a. C,), político, militar y escritor romano, en su obra “Sobre la Agricultura” (colección de libros que recopila las normas y reglas de la gestión de granjas o villas), escribe sobre las obligaciones del capataz en una villa rústica, en la Antigua Roma:

“Estas serán las obligaciones del capataz. Que se comporte siguiendo buenos principios: que respete los días festivos, que se abstenga de tocar lo ajeno, que conserve lo suyo con diligencia y apacigüe las disputas de familia. Si alguno ha cometido falta, que aplique un castigo proporcionado. Que procure que los esclavos estén cuidados, que no pasen hambre ni sed y que se abstengan de hacer el mal y de robar. Si el capataz no quiere hacer el mal, no se hará; si lo permite, el dueño no lo dejará sin castigo. Que esté agradecido al favor recibido y así estimulará a los otros a hacer el bien.

Que el capataz sea casero, esté siempre sobrio y no vaya a otros lugares a la búsqueda de festines. Que se relacione con los esclavos y procure que hagan lo que el dueño ha ordenado. Que no considere que sabe más que el dueño. Que trate a los amigos del dueño como si fueran sus amigos. Que escuche a quien se le haya ordenado escuchar. Que sus prácticas religiosas se limiten a los rituales de las encrucijadas y a los del hogar. Que no se fíe de nadie sin mandato del dueño. Que exija la devolución de lo que el dueño haya fiado. Que no se preste a nadie ni simiente, ni alimentos, ni grano, ni vino, ni aceite.

Que mantenga relaciones sólo con dos o tres villas rústicas para prestar o tomar lo que se necesite; y con nadie más. Que trate frecuentemente con su dueño. Que no retenga a los obreros, a los jornaleros ni a los viticultores más que el tiempo convenido. Que no compre nada sin consentimiento de dueño y que no quiera ocultar nada al dueño. Que aleje los parásitos; y que no consulte a los harúspices, augures, adivinos o astrólogos caldeos. Que no ahorre simiente; es una mala medida económica. Que supervise todos los trabajos para que conozca cómo se hacen; que él mismo los realice a veces sin llegar a cansarse.

Comportándose así, conocerá las potencialidades de los esclavos de la villa y ellos a su vez trabajarán con más entusiasmo; si hace esto, tendrá menos ganas de andar paseando, se encontrará más fuerte y dormirá mejor. Que sea el primero que se levante y el último que se vaya a dormir; pero que antes compruebe si las puertas de la villa están bien cerradas, si cada uno está acostado en su lugar y si los animales tienen suficiente forraje. Tendrá especial cuidado con los bueyes y se portará bien con el boyero, en parte para que éste cuide bien a los bueyes”.

1 comentarios :

Anónimo DICE

Tengo entendido que en las Granjas Romanas,no se escatimaba el uso de latígo y la racion de azotes hacia los esclavos.

saludos.