EL AMBIENTE EN LOS LUDI ROMANI
Antes del alba, la muchedumbre se encaminaba rápidamente al
recinto para conseguir las mejores localidades. Muchos tenían asientos
reservados, pero la mayoría, para no perder su sitio, comía y bebía en él. El
público era variado, solían asistir un gran número de italianos y extranjeros,
que se enteraban de los programas por los carteles puestos en las calles. Gran
parte de los asistentes dormía a la intemperie. A la hora del espectáculo la
ciudad parecía casi desierta.
Momentos antes de empezar los Ludi Romani (juegos públicos
en la Antigua Roma. Duraban dieciséis días del 4 al 19 de septiembre), entraban
en el recinto de los más altos dignatarios. La plebe no se recataba entonces y
manifestaba abiertamente su aprobación o crítica hacia ellos. Cuando aparecía
el organizador, las ovaciones crecían
En las ceremonias previas se celebraban los sorteos públicos
de las parejas, estaban presididas por el editor, la “probatio armorum” o
examen de las armas, también en presencia del organizador, finalmente, los
ejercicios de precalentamiento, en los que se presumía de la habilidad personal
manejando las armas, y donde nunca faltaba algún espontaneo.
La resistencia de los gladiadores era muy importante, ya que
debían luchar todo un día a pleno sol, en medio de un polvo ardiente, y
chorreando sangre. Si caía alguno, el ganador se giraba hacia el palco del
editor, que era el que decidía si el vencido debía seguir vivo, o morir allí
mismo. La muerte de un gladiador despertaba mucho morbo. En los enfrentamientos
“sine missione” no se perdonaba nunca una vida, pero en los demás solía suceder
que ambos luchadores acabaran vivos, por ser uno de ellos indultado, o por
terminar el combate equilibrado.
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