28 de junio de 2014

EL AMBIENTE EN LOS LUDI ROMANI


Antes del alba, la muchedumbre se encaminaba rápidamente al recinto para conseguir las mejores localidades. Muchos tenían asientos reservados, pero la mayoría, para no perder su sitio, comía y bebía en él. El público era variado, solían asistir un gran número de italianos y extranjeros, que se enteraban de los programas por los carteles puestos en las calles. Gran parte de los asistentes dormía a la intemperie. A la hora del espectáculo la ciudad parecía casi desierta.

Momentos antes de empezar los Ludi Romani (juegos públicos en la Antigua Roma. Duraban dieciséis días del 4 al 19 de septiembre), entraban en el recinto de los más altos dignatarios. La plebe no se recataba entonces y manifestaba abiertamente su aprobación o crítica hacia ellos. Cuando aparecía el organizador, las ovaciones crecían

En las ceremonias previas se celebraban los sorteos públicos de las parejas, estaban presididas por el editor, la “probatio armorum” o examen de las armas, también en presencia del organizador, finalmente, los ejercicios de precalentamiento, en los que se presumía de la habilidad personal manejando las armas, y donde nunca faltaba algún espontaneo.

La resistencia de los gladiadores era muy importante, ya que debían luchar todo un día a pleno sol, en medio de un polvo ardiente, y chorreando sangre. Si caía alguno, el ganador se giraba hacia el palco del editor, que era el que decidía si el vencido debía seguir vivo, o morir allí mismo. La muerte de un gladiador despertaba mucho morbo. En los enfrentamientos “sine missione” no se perdonaba nunca una vida, pero en los demás solía suceder que ambos luchadores acabaran vivos, por ser uno de ellos indultado, o por terminar el combate equilibrado.

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