EL TESORO DEL PADRE BÉRENGER SAUNIÈRE
El sacerdote Bérenger Saunière fue enviado en 1885 a Rennes-le-Château, aldea cercana a Tolosa. Sus ingresos eran modestos, pero algunos años más tarde, ante la curiosidad general, dispuso de una gran fortuna,
Bérenger Baunière de treinta y tres años, tenía un físico agradable, un carácter voluntarioso, según los rumores al querer restaurar su iglesia hizo un descubrimiento muy interesante. Antes de eso tenía escasos ingresos, la paga se le suspendió por haberse metido en política, por lo que solo contaba con las donaciones de sus parroquianos y lo que vendía cazando o pescando. A pesar de eso, quería restaurar su iglesia.
En 1886, obtuvo un adelante e inició los trabajos. Al mover una losa del suelo del altar descubrió, según cuentan, una cavidad repleta de joyas visigodas y carolingias, junto a unos pergaminos amarillentos del siglo XIII, con indicaciones sobre unas inscripciones del cementerio colindante. El cura se dirigió a París, donde hizo descifrar los pergaminos. Se reunió en especial con el padre Biel director espiritual de San Sulpicio. Poco se sabe de esa reunión, parece que había encontrado en los pergaminos referencias al rey merovingio Dagoberto y a Sión (Jerusalén).
Pasó gran parte de su tiempo en el museo del Louvre, donde compró tres reproducciones de cuadros: Los pastores de Arcadia, de Nicolás Poussin; el Retrato de San Antonio, de David Teniers; y el retrato del papa Celestino V.
De regreso a Rennes-le-Château, el cura retomó los trabajos de restauración. Debajo de otra losa del suelo del altar, descubrió, más inscripciones y bajos relieves del siglo VI. Después de este hallazgo, suspendió los trabajos y recorrió la campiña, volviendo cada vez con su bolso lleno de guijarros.
Descubrió el joven cura un tesoro. No dijo nunca nada, puede que se lo contara a su sirvienta María Denamaud. De un día para otro, se puso a gastar sin medida, emprendió la construcción de una residencia de estilo renacentista y de un invernadero, compró terrenos y restauró completamente la iglesia.
Su tren de vida llamó la atención del pueblo y tuvo que justificarse ante el obispo, asegurándole que su dinero provenía de las donaciones de personas ricas que le encargaban misas, pero cuya identidad no quería revelar. El obispo no se creyó nada y lo suspendió de su ministerio eclesiástico bajo la acusación de tráfico de misas.
En 1917, el padre Saunière murió, llevándose su secreto a la tumba. Su fiel María heredó la propiedad, pero como era demasiado costoso su mantenimiento, la vendió a Nöel Corbu, que murió en 1953, excavó por toda la propiedad sin ningún resultado.
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