14 de agosto de 2016

ORIGEN DEL ESPEJO


El primer espejo del que se tiene constancia era un disco de obsidiana (mineral laminado de color verde oscuro de procedencia volcánica), muy bien pulido. Más tarde los espejos se fabricaron en oro, plata, cobre, hierro y bronce, portátiles, con el mango decorado con distintas formas, eran, y siguen siendo, el símbolo de la coquetería femenina.

El espejo era un utensilio muy conocido por los pueblos antiguos, ya en la Biblia se menciona. Los hebreos colocaron un espejo enorme en la entrada del templo de Salomón para que el sumo sacerdote pudiera contemplarse antes de entrar.
                                               
En el siglo I, en los hogares de Pompeya, se colocaban espejos en los dormitorios para avivar la pasión entre los amantes mientras hacían el amor.

Fueron los fenicios los que introdujeron en el Mediterráneo el espejo de cristal, y lo difundieron desde Sidón a Cádiz. No tuvieron mucho éxito, las señoras preferían los espejos portátiles metálicos con la superficie pulida.

Los romanos, griegos y etruscos utilizaban láminas de bronce un poco convexas. Eurípides habla de Hécuba, la de los espejos de oro. Sófocles representa a Venus mirándose desnuda en él. Demóstenes, orador de la Antigüedad clásica, ensayaba sus discursos ante un espejo. Jenofonte, en su Ciropedia, y Platón en su Timero, también hablan del espejo.
El rey de Francia, Carlos V, el Sabio, dejó cuando murió, a finales del siglo XIV, varios espejos con adornos de piedras y perlas. El Papa Bonifacio VIII ofrecía espejos a quienes quería mostrarles su cariño.

En el siglo XVI, en Venecia, empezó a generalizarse el espejo de cristal. Eran cristales puros y uniformes, cristales perfectos que hicieron que tener un espejo fuese un lujo. El rey Sol, según inventarios realizados durante su reinado, poseía más de quinientos espejos. La reina Isabel I de Inglaterra, no quería contemplarse en ninguno, ya que según ella, los espejos siempre dicen la verdad.

A finales del siglo XVII, en Francia, se fabricaron cristales en grandes planchas, con lo que los precios se abarataron. En 1835, se dio con el proceso químico del azogado o revestimiento posterior de las láminas cristalinas.

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