LA CALAVERA DEL PIGMEO
Existen documentos que hacen referencia a que existió un enano del tamaño de una perdiz, había nacido en Egipto en tiempos del emperador romano Teodosio El Grande, y cuya calavera se conservó en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial desde el año 1716 hasta 1761. La existencia de esa calavera se menciona en un libro de Fray Antonio de Villamanrique, en el que se habla de “una calaverita del tamaño de una avellana, que pasó por las manos de personajes muy importantes, como el Papa Luna y el Arzobispo Francisco de Rojas y Borja.
En un manuscrito de Pedro Álvarez, éste hace balance del inventario de los objetos que se custodian en el Monasterio, con fecha de 1716, se cataloga: “Pinturica de un pigmeo de una cuarta de alto y la calavera de dicho pigmeo”. Al final de este manuscrito, aparece la certificación del padre Joseph de Alcalá, bibliotecario del Monasterio, con fecha del 11 de octubre de 1761, en donde se explica que dicha calavera cayó de las manos del infante Xavier de Borbón, destrozándose en el suelo.
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