25 de agosto de 2016

COMBATE A PIE


Hasta finales del siglo XIX el combate a pie era muy normal. Para ganar una lucha con espadas, tanto si era según las rígidas reglas de los duelos o en medio del campo de batalla, era necesario dominar muchos movimientos, todo ellos diseñados para distraer, herir y en algunos casos matar al enemigo.

Para elegir el arma adecuada había que tener en cuenta el estilo, la fuerza y la agilidad de uno mismo. Había espadas de muchos tamaños con diferentes filos y pesos, tanto de a una mano como de a dos. Algunas formas de distraer al enemigo eran hacer sonidos de repente y maniobrar para que quedara frente al sol. Eso lo cegaba momentáneamente haciéndolo frágil. El tamaño del arma no lo era todo, lo mejor era elegir una lo suficientemente ligera para moverse con ella sin cansarse demasiado.

La capacidad de moverse o esquivar con rapidez permitía evitar los ataques del enemigo. Además de moverse mucho hacía que el oponente se cansara. La mejor ventaja táctica era ponerse en una posición elevada. Atacar hacia arriba cansaba al enemigo, ya que tenía que luchar también contra la fuerza de la gravedad. Apuntar a zonas desprotegidas o vitales, como la garganta, eso aumentaba las probabilidades de asestar un golpe mortal en lugar de una herida leve.

Cuando el enemigo perdía el equilibrio, el próximo ataque tenía que ir dirigido a dañar o cercenar el brazo, la rodilla o el talón. En un duelo la llamada primera sangre, se hacía en la parte superior del brazo por gentileza, pero en el campo de batalla no se andaban con chiquitas. Un duelo podía terminar ahí o prolongarse hasta la muerte. En este último caso deben aplicarse las mismas tácticas que en el campo de batalla. Lo mejor era mantenerse fuera del alcance y apuntar a lugares como las arterias en los muslos y las axilas para debilitar al enemigo.

Con el enemigo debilitado, era la hora de asestar el golpe de gracia. Si llevaba armadura, entonces las articulaciones en hombros, axilas, cuello y muslos, los mejores sitios a los que atacar. Además de desangrarlo cortándole una arteria, podía matarlo apuñalándolo en el estómago o cortándoles la cabeza de raíz.

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