LA DECISIÓN DE ISABEL I DE CASTILLA
Una vez que Isabel I de Castilla (1474-1505) tomó, al fin, la decisión de casarse con Fernando II de Aragón (1479-1516), se enviaron unos mensajeros secretos hasta Aragón para notificar a Fernando la noticia. A partir de ese momento, en Cervera se firmaron las capitulaciones matrimoniales, según las cuales éste no podría firmar ni documentos, ni juramentos, si no era en unión de su esposa Isabel, entre otras cosas tampoco podía abandonar Castilla sin consentimiento de su mujer ni sacar de allí a sus hijos, ni iniciar empresa sin su voluntad.
A Isabel se le concedía la dote de las reinas de Aragón: las ciudades de Borja y Magallón, Elche y Crevillente y la cámara de la reina en Siracusa. Además 100.000 florines de oro pagaderos a los cuatro meses de consumado el matrimonio y 4000 lanzas, en caso de necesidad bélica.
Además Fernando le regalo a la novia un collar de rubíes, que fue a retirar a Valencia, ya que su padre lo había empeñado en un prestamista. Se retiró por 3000 florines, estaba valorado en 40.000 florines. El collar tenía seis enormes rubíes, que colgaban de un cordón de oro macizo y los rubíes se alternaban con ocho perlas de color gris.
Había prisa para que Fernando fuese a Castilla, antes de que sus enemigos impidiesen la boda. Así que, Fernando, y sus dos acompañantes: el maestresala Gutierre de Cárdenas y el capellán del arzobispo Alfonso de Alonso de Palencia partieron hacia Zaragoza, concretamente de Tarazona, viajaban con ellos 6 mercaderes y un arriero (Fernando disfrazado), que les servía de criado. El camino lo realizaban de noche, procuraban eludir los caminos peligrosos para evitar a los enemigos. Descansaban en los mesones del camino, donde solían salir al amanecer y se acostaban pronto. Evitaban las charlas con extraños. Comían bien, bebía ricos vinos, y se entretenían en las sobremesas jugando a las cartas.
Al caer la tarde seguían el camino, hacia el Oeste, a lo largo de la ribera del Duero, evitando siempre las aldeas. Cabalgando al galope. A los dos días de viaje, llegaron a El Burgo de Osma. Pasaron la noche en el primer castillo al que llegaron, no sin antes tener que identificarse como Don Fernando de Aragón, se lavaron, se cambiaron de ropa y a la mañana siguiente, el alcaide les sirvió de guía acompañándoles.
Llegaron a Dueñas, durmiendo allí. Dos de los caballeros se adelantaron hasta Valladolid, para avisar a la princesa Isabel de la llegada de su prometido.
El 12 de octubre entró Fernando en la ciudad, dos días más tarde se dirigió al palacio de don Juan de Vivero, donde vivía Isabel. Nada más verse esa primera vez, quedaron prendados el uno del otro.
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