EMPERADORES HISPANOS
Hispania aportó a Roma tres grandes emperadores: Marco Ulpio
Trajano, Publio Elio Adriano y Teodosio I el Grande.
Marco Ulpio Trajano (53 d. C.-117 d. C.) fue el primer César llegado de
las provincias. Nacido en Itálica, pertenecía a una reconocida familia
castrense, su padre, también llamado Trajano, era un funcionario y general de roma.
Se educo dentro del ambiente militar y desde muy joven participó en los
ejércitos que dirigía su padre en Siria, provincia romana de la que su
progenitor era gobernador. En el 89, después de ser nombrado pretor, se puso al
frente de la VII Legión Gemina, establecida en Hispania.
En el 91, el emperador Domiciano, le concedió el título de
cónsul de la Germania Superior. Seis años después el emperador Nerva lo incorporó
al trono imperial con la aprobación por mayoría del Senado y el ejército. En el
98, la muerte de Nerva, su padre adoptivo, lo encumbró a César y a Optimus
Princeps.
Su gobierno como César hispano fue estable, tranquilo y
justo. Gratificó a sus tropas, garantizó la alimentación diaria de los niños
pobres de Italia. Redujo la presión fiscal y concedió créditos a bajo interés a
los hombres del campo. Puso en funcionamiento un enorme aparato burocrático que
mejoró el rendimiento económico de las provincias.
En sus años de mandato crecieron las inversiones en obras
públicas: el foro de Trajano, la Basílica Ulpiana, el Puente de Alcántara, las
Termas del Esquilino, la Vía Traiana, la restauración de la Vía Apia, la
ampliación del puerto de Ostia.
Su monumento más simbólico es la Columna Trajana, donde se
representan sus victorias en la Dacia. La conquista de la Dacia supuso la
incorporación de una rica provincia con grandiosos yacimientos de oro en
Transilvania, además de la celebración de los mejores juegos que se recuerdan
en la historia romana. Durante cuatro meses, diez mil gladiadores y miles de
fieras lucharon y murieron como homenaje a la hazaña de su emperador en las
tierras de la actual Rumanía. Roma nunca había estado tan bien protegida como
durante el mandato de Trajano.
En 117, Trajano se sintió enfermo mientras regresaba de
Oriente. Su complexión corpulenta y su gran altura no le sirvieron para detener
un mal que lo paralizó. El 8 de agosto de ese mismo año, murió en Selimonte, en
la provincia romana de Cilicia. Sus cenizas llegaron a Roma y fueron
depositadas, en olor de multitud, en la base de la columna de Trajano.
Su viuda, Plotina, lloró la muerte de su fiel esposo, pero
al mismo tiempo, potenció como candidato a su presunto amante y sobrino de Trajano:
Publio Elio Adriano, que llegó a ser el segundo y más reconocido emperador
hispano. Reinó desde el 98 hasta 117... (continuará)
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