LA RELIGIÓN Y FELIPE II
El rey de España Felipe II, llamado el Prudente, (1527-1598)
era un hombre piadoso, tenía gran cantidad de libros religiosos que consultaba
con frecuencia. Una noche no se fue a la cama hasta que no hubo leído un pasaje
de la Biblia que le interesaba, y junto a su cama tenía una estantería con una
selección de 42 libros religiosos.
Oía misa todos los días, sermones una vez a la semana, y se
confesaba y comulgaba cuatro veces al año. Solía retirarse a meditar en
Cuaresma y en momentos de mucho cansancio. Muchos monjes vieron que le caían
las lágrimas mientras rezaba.
En la Nochebuena de 1566 cantó los oficios con los monjes en
el coro del monasterio a medio construir. No le importó el frío. Tampoco le
importó el calor sofocante de Córdoba cuando presenció la procesión del Corpus
en 1570.
La religión terminó por convertirse en algo obsesivo para
él. Desde 1560 coleccionaba reliquias con una fascinación exagerada. Llegó a
tener 7.422 reliquias: 12 cuerpos enteros, 144 cabezas y 306 miembros. Tener
una reliquia era símbolo de piedad. A partir de 1587, el rey hacía que se las
sacaran para adorarlas. Cuando estaba enfermo, en sus últimos días, le
construyeron un altar lleno de reliquias.
En más de una ocasión su fervor religioso hizo que
prevalecieran sus principios sobre el sentido común. La religiosidad de Felipe
II iba más allá de la relación con Dios o los santos, se creía el representante
de la Providencia, y estaba convencido de que España tenía un destino que
cumplir. Hubo ocasiones que por culpa de su religiosidad el rey forzó la marcha
de la historia.
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