EPIDEMIA DE GRIPE EN LA CIUDAD DE PALMA (1917)
En octubre de 1917, una epidemia de gripe asoló la ciudad de
Palma. Un diario de la época lo cuenta así:
“En la primera decena del pasado mes de octubre nuestra
ciudad comenzó a sentirse azotada por la enfermedad de la gripe que antes había
hecho su aparición en algunos pueblos de la isla, causando bastantes víctimas.
La alarma entre el vecindario cundió rápidamente, al ver que
las defunciones eran en número crecido, y las protestas contra las autoridades
fueron acumulándose, pues la enfermedad iba progresando y en cambio las medidas
preventivas eran de índole tan suave que no conseguían atajar la marcha
rapidísima de la invasión gripal. La alarma se convirtió en verdadero pánico, paralizándose
casi la vida comercial y de relación, tantos fueron los atacados por la citada
enfermedad.
Palma ofrecía un aspecto tristísimo. Las gentes se habían
recluido en sus casas, unas agobiadas por el dolor por la muerte de deudos
suyos, otras atacadas y otras presas del temor del contagio.
Las más perentorias necesidades apenas pudieron atenderse.
Los médicos resultaron insuficientes; los farmacéuticos no podían dar punto de
reposo; los coches fúnebres no bastaron; faltaban ataúdes; la leche era escasa…
Por fin, en la sesión que se celebró en el Ayuntamiento el
día 21 de octubre se habló de la cuestión sanitaria, y ante la gravedad del
conflicto se tomaron acuerdos importantes, acuerdos dignos, verdaderamente
encaminados a atajar, cuando no a poner fin a la terrible invasión, que tantas
víctimas venía causando.
El Ayuntamiento, a propuesta del señor Obrador, votó un
crédito de 25.000 pesetas para atender a la cuestión sanitaria, y después
nombró al concejal D. Alfredo Llompart, Comisario General de Sanidad, con
carácter autónomo, es decir, con la facultad de tomar las medidas sanitarias
que creyera indispensables con la misma autoridad que si lo ejecutara el
Ayuntamiento.
Efectivamente, el señor Llompart con una actividad, con un
celo y una energía dignos del más entusiasta aplauso, comenzó por organizar
todos los servicios.
Encargó de la cuestión relacionada con la desinfección a su
compañero de Consistorio don Bartolomé Fons; al señor Barceló y Mir de la
resolución del conflicto de la falta de ataúdes y al señor Bisbal de la
organización de los enterramientos.
La desinfección se organizó rápidamente, las calles fueron
regadas con creolina y zotal, las viviendas pobres desinfectadas, como también
los domicilios donde se registraba alguna desinfección.
En los bajos del Ayuntamiento se montó una oficina encargada
de proporcionar al público toda clase de desinfectantes. Se instaló otra oficina en el entresuelo de la
Casa Consistorial, destinada a despacho del Comisario y de socorros en metálico
y leche a los pobres.
El servicio de conducción al cementerio de las personas
fallecidas, se organizó prontamente, se tuvo que organizar los tiros de
caballos y mulos de la Intendencia Militar, galantemente cedidos por el Capitán
general el señor San Martín y los ofrecidos por el señor Escat, por ser
insuficientes los del concesionario de los coches fúnebres. También el servicio
de ataúdes quedo organizado, gracias a los desvelos del señor Barcelo Mir,
quien en pocas horas consiguió que hubiera existencias para cuantas necesidades
hubiera.
El Sr. Pou organizó la desinfección por medio de agua a
presión en todas las barriadas pobres de la ciudad, así como la batida que
contra los lecheros dio hace pocos días consiguiendo que tan indispensable
alimento se sirva al vecindario en condiciones excelentes.
Hoy que la epidemia, podemos decir que ha desaparecido,
gracias a los esfuerzos de toda la ciudad, capitaneada brillantemente por el
Señor Llompart. El vecindario agradece el altruismo del concejal D. Alfredo
Llompart que ha contribuido a que la epidemia no se cebara con mayor fuerza en
esta ciudad”.
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