MADAME D'AULNOY EN LA VILLA DE MADRID
Marie-Catherine le Jumelle de
Barnerville, baronesa D’Aulnoy, conocida como Madame D'Aulnoy, (1651-1705) fue
una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas,
también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679.
La villa de Madrid está en Castilla la
Nueva y ocupa el centro de España. Hace más de un siglo que los Reyes la
eligieron para corte a causa de la pureza de su aire y la bondad de sus aguas,
que son realmente incomparables, tan exquisitas para muchos que no saben gustar
otras, llegando al extremo el Cardenal-Infante, cuando estaba en los Países
Bajos, de hacérsela llevar en grandes tinajas de barro bien tapadas. Los
españoles atribuyen la fundación de Madrid a un Príncipe llamado Ogno Bíano,
hijo de Tiberino Rey de los Latinos, y de Menta, que fue una Reina célebre por
su saber en Astrología. Dícese que Madrid está en el corazón de Europa, porque
un pueblecito muy cercano llamado Pinto se llamaba antiguamente Pumctum por ser
el centro de Europa.
Desde luego noté que la villa no está
rodeada de murallas ni de fosos y que las puertas no cierran el recinto,
estando además algunas destruidas. No hay castillos que indiquen una ostensible
defensa, ni nada que no pueda destruirse a naranjazos. Pero serían inútiles las
fortificaciones, porque las montañas que rodean la villa la resguardan,
pudiendo los pasos que aquéllas abren cerrarse con una roca y defenderse con
cien hombres contra el más numeroso ejército. Las calles son largas, rectas y
de bastante anchura, pero no las hay de peor piso en el mundo; por mucho
cuidado que se tenga, el vaivén de los coches arroja el fango de los baches a
los transeúntes.
Los caballos llevan siempre las patas
mojadas y el cuero enlodado; en las carrozas no puede transitarse tampoco si no
se llevan todos los cristales cerrados o las cortinas bajas; a pesar de las
prevenciones advertidas, el agua entra muchas veces en las carrozas por las
rendijas inferiores de las portezuelas, que pocas veces ajustan perfectamente.
Las puertas son bastante grandes y las
casas muy bonitas, espaciosas y cómodas, pero construidas con ladrillo y
tierra, siendo por lo menos tan caras como en París. Cuando se construye una
casa nueva, el primer piso corresponde al Rey, quien puede alquilarlo y hasta
venderlo a otro si el propietario no tiene el cuidado de adquirirlo pronto:
esto produce al Monarca una renta considerable.
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