MADAME D'AULNOY VISITA EL SANTO CRISTO DE BURGOS
Madame D’Aulnoy (1651-1705) fue una escritora francesa,
además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato
del viaje a España, escrito en 1679.
“Quise ver en el convento de Agustinos el Santo Cristo
conservado en una capilla del claustro, tan grande y tan sombría, que para ver
la imagen tienen encendidas constantemente sus lámparas; éstas pasan de ciento,
siendo unas de oro y otras de plata, de un tamaño tan extraordinario que cubren
toda la bóveda de la capilla.
Hay también 60 candeleros de plata más altos que un hombre
de buena estatura, y tan pesados, que para moverlos se necesita el esfuerzo de
dos o tres obreros; están alineados en el suelo a uno y otro lado del altar,
adornado con cruces y coronas de rica pedrería, donde abundan los diamantes y
las perlas. La capilla esta ricamente tapizada de tisú y tan cubierta de
ofrendas y exvotos, que no hay lugar para todos los que a allí se destinan, de
manera que se guardan muchos en las arcas.
El Cristo, de tamaño natural, está colocado sobre un altar y
cubierto con tres cortinas bordadas de perlas y pedrería; cuando se descorren,
lo cual no se hace más que para recibir la visita de altos personajes o en las
grandes ceremonias, repican las campanas y todo el mundo se pone de rodillas.
Ciertamente, aquel sagrado lugar y aquella divina imagen inspiran religioso
respeto.
El Crucifijo está perfectamente labrado y ofrece toda la realidad de
carne humana; está cubierto desde el estómago a los pies con una tela fina y muy plegada, como una enagua,
que a mi juicio le hace desmerecer bastante. Me han contado que algunos
religiosos de la ciudad lo robaron una vez para tenerlo en su convento,
y que al día siguiente apareció de nuevo el Cristo en su antigua capilla; de
nuevo se lo llevaron a viva fuerza, y de nuevo la imagen volvió a su lugar. Sea
de esto lo que quiera, muchos milagros se le atribuyen y mucha devoción
inspira. Los frailes que le cuidan afirman que suda todos los viernes”.
Nota-El
Cristo se encuentra en la actualidad en la Catedral de Burgos. Durante la
guerra de la Independencia se trasladó a la catedral para que estuviera más
seguro, después volvió a San Agustín, cuando se produjo la desamortización de Mendizábal,
en 1860, el Cristo volvió a la catedral, donde permanece desde entonces.
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