HOSTERÍAS EN LA EDAD MEDIA
En los monasterios de la Edad Media había habitaciones para los huéspedes, que en ocasiones eran más cómodas y limpias que las de las casas particulares. A su cuidado estaba el monje hospedero que tenía que suministrar: colchones, sábanas, colchas gruesas y mantas, todo ello limpio y sin roturas. En invierno velas, candeleros y una chimenea que no echara humo; material para escribir. Además el monje hospedero era el responsable de que la hospedería estuviera limpia y sin telarañas. Las camas eran pequeñas y a los pies de estas normalmente había un arcón para guardar los objetos de valor.
El monje contaba con la ayuda de un criado fiel que no se iba a la cama hasta que los huéspedes se habían retirado a sus aposentos. Este lacayo se levantaba temprano si algún huésped abandonaba el lugar para proseguir con su viaje, el criado procuraba que no se olvidases la espada o el cuchillo y sobre todo que no se llevasen alguna propiedad del convento. Era frecuente que tanto en los monasterios como en las hosterías particulares, los huéspedes se llevasen en sus equipajes servilletas, sábanas y todo lo que podían coger.
No todas las hosterías eran como las de los monasterios, las había muy sencillas o con toda clase de lujos, especialmente en Francia donde según un viajero había toda clase de comodidades: almohadas de violetas, agua de rosas para lavarse la cara y la boca, una cama blanda de paja blanca, etcétera. Estas hosterías de lujo serían como un hotel de cinco estrellas en la actualidad.
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