LAVADO DE MANOS EN LAS COMIDAS
Gracias a los libros de Homero, poeta griego, podemos comprobar que los griegos comían con los dedos. En los banquetes dados a los pretendientes de Penélope éstos cogen con las manos todos los manjares. Ovidio, poeta romano, recomienda a las damiselas que aprendan a comer con pulcritud y a llevarse los alimentos a la boca sin mancharse la ropa, y esas mismas costumbres permanecieron durante la Edad Media y entrada la Moderna.
Luis XIV y su madre, Ana de Austria, comían con los dedos, y Tallemant des Réaux cuenta que el canciller Seguier no era muy limpio, ya que su plato ofrecía una asquerosa mezcla que comía con las manos, metiéndolas en la salsa hasta el puño. Mientras se impuso esa moda de comer con las manos, era obligatorio lavarse las manos en la mesa, todos juntos.
En un tratado de buenas costumbres de 1544, dicen: “Soy de parecer que no debe uno lavarse las manos en público; son menesteres que conviene hacer en privado. Sin embargo, es conveniente, antes de sentarse a la mesa, lavarse las manos en presencia de todos, aun cuando no fuera necesario, para que no haya duda de que están limpias al meterlas en los platos”.
Los franceses del siglo XII, en lugar de decir que la comida estaba servida, decían: “corner l’eau” (correr el agua), por ser una llamada que se hacía con un cuerno de caza para que todos los que fueran a comer se lavaran las manos. Las clases altas volvían a lavarse las manos por segunda vez antes de servir los postres. Unos pajes con jofainas y jarras daban vuelta a la mesa vertiendo agua de rosas para que los comensales se lavaran, mientras otros presentaban toallas para que se secaran.
Los romanos se lavaban en cada servicio. Los comensales menos refinados se chupaban los dedos hasta el codo.
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