HISTORIA DE LOS APELLIDOS
En su origen, los apellidos aparecen con el fin de
distinguir a unas personas de otras cuando llevaban el mismo nombre de pila. En
sus inicios, se seguía un criterio patronímico que consistía en utilizar el
nombre del padre, junto con la palabra hijo, por ejemplo; Núñez (hijo de Nuño).
los griegos utilizaron el sufijo –ides, los anglosajones y escandinavos el
sufijo –son, los eslavos el sufijo –ick y los árabes la palabra ibn, seguida
por el nombre del padre.
En España el origen del apellido se remonta al siglo IX
cuando los nobles empezaron a firmar con su nombre de pila, seguido por el
nombre de su padre en genitivo latino y de la palabra filius. Un siglo después
se suprimió la palabra filius. Durante el siglo X, esa costumbre del apellido
se generaliza a todas las clases sociales.
En la segunda mitad del siglo XII se empezaron a utilizar
términos para designar linajes utilizando el lugar de origen o de señorío; los
de Lara, los de Pérez, los de Fernández, etc.
En los siglos XIII y XIV se distinguían tres grupos: el
primero consistía en adoptar como apellido el nombre de su lugar de origen o de
señorío: Lara, Villamayor, Murcia, Aranda, etc. El segundo grupo consistía en
que, cuando un nombre de pila, convertido en patronímico, es característico de
una familia y poco común en el país: Osorio, Manuel, Ponce, etc. En el tercer
grupo estaban los nombres basados en apodos: Acero, Blanco, Gordo, Hermoso,
Gallardo, etc. Y los que denominaban el oficio del que lo llevaba: Herrero,
Carpintero, Zapatero, etc.
En 1870, con la finalidad de distinguir unas personas de
otras se empezó a utilizar legalmente un segundo apellido. En ese mismo año apareció
en España el Registro Civil.
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