17 de agosto de 2013

EL PRÍNCIPE Y LA SEMILLA (LEYENDA CHINA)


Cuenta la leyenda que en el año 250 a. C., en China, un príncipe iba a ser coronado emperador según las leyes del país, debía casarse. Entonces decidió convocar a las muchachas de la corte para ver quién era digna de ser su esposa.

El príncipe anunció que durante una fiesta que iba a realizar, en la que quedaban invitadas a asistir todas las jóvenes casaderas, pondría las condiciones para poder optar al honor de convertirse en emperatriz.

Una señora que servía en el palacio, escuchó por casualidad en qué consistía el reto del príncipe y la invadió la tristeza al pensar en su hija que estaba enamorada del príncipe desde hacía mucho tiempo. La madre le contó a la joven lo de la celebración, ella, para asombro de la madre, dijo que asistiría.

La madre intentó convencerla de que en esa fiesta estarían las muchachas más bellas y ricas de la corte y que ella no debería presentarse. Ella le contestó que sabía que no sería la elegida, pero que le bastaba con estar cerca del príncipe aunque sólo fuera unos minutos.

La muchacha llegó a palacio. Allí se encontraban las jóvenes más bellas, con las mejores ropas y joyas. El príncipe anunció el reto:
“Os daré a cada una de vosotras una semilla. Aquella que me traiga la flor más hermosa dentro de seis meses será la elegida para ser la futura emperatriz de China”.

La joven enamorada, cuidaba con mucho amor y paciencia su semilla. Después de tres meses de su semilla no había germinado nada. Día a día se daba cuenta de que cada vez estaba más lejos del príncipe. Pasados los seis meses no había florecido nada.

A pesar del fracaso de su semilla, le dijo a su madre que iba a regresar al palacio en la fecha y la hora convenida, sólo para estar cerca del príncipe por última vez.

Todas las pretendientas llegaron con su flor, de las más variadas formas y colores, ella llevó su vaso vacío. El príncipe observó a cada una de las muchachas, una a una. Al finalizar el recorrido, anunció el resultado.

La joven del vaso vacío sería su esposa. Nadie entendía por qué había escogido a la que no había cultivado nada si el desafío era todo lo contrario. El príncipe reveló:

“Esta fue la única que cultivo la flor que la hizo digna de convertirse en mi esposa y en emperatriz; la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles”.

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