EL GIGANTE DE CARDIFF
Cuando George Hull, empresario del tabaco de Nueva york,
agobiado por las deudas partió al oeste para buscar fortuna, pensó en ir en
busca de oro, pero nunca llegó, en el camino se detuvo en Ackley, Iowa, para
visitar a su hermana.
Una noche mantuvo una discusión con un clérigo sobre la
existencia de los gigantes, el sacerdote mantenía que en la Biblia se
mencionan, como Hull era ateo, se le ocurrió burlarse de él, y del resto del
mundo, pensando que la gente se cree cualquier cosa, así que ideó un plan.
Su plan consistió en construir una estatua de yeso a la que
dio aspecto humano petrificado. Pago a un equipo de hombres para ayudarlo a
trasportar el bloque de yeso que pesaba unas tres toneladas, necesitaron tres
semanas para moverlo, por supuesto no le contó a nadie para que lo iba a
utilizar.
Para convertir el yeso en el gigante de Cardiff contó con la
ayuda de un picapedrero llamado Edward Burkhardt y dos ayudantes. Y así fue
como dieron vida al gigante cuyas medidas eran:
Longitud total-3,10 m
Peso- 1.356 kg
Longitud del pie-53,34 cm
Longitud de la nariz-15,24 cm
Anchura de la boca-12,7 cm
Distancia desde la barbilla hasta la parte superior de la
cabeza-53,34 cm
Anchura de la boca-12,7 cm
Perímetro del cuello-0,94 m
Anchura de hombros-0,95 m
Longitud del brazo derecho-1,55 m
Una vez terminada George Hull la enterró en su granja y la
dejó allí un año para que el tiempo la envejeciera. Pasado el año, encargó a
unos obreros que hicieran un pozo, justo en el lugar donde estaba enterrado el
gigante. La estatua apareció y ahí empezó el engaño, era octubre de 1869.
Venían a ver el gigante gente de todo el mundo, pagando por
verlo 50 centavos. De esta manera recaudó miles de dólares. Un tiempo después
lo vendió por 30.000 dólares a unos empresarios de Siracusa. Posteriormente un paleontólogo
de Yale se dio cuenta del fraude. Lo curioso es que la gente siguió pagando por
verlo aún sabiendo que era una estafa.
El gigante de Cardiff todavía se puede visitar en el Museo
de los Agricultores de Cooperstown, en
Nueva York.
Hull intentó tiempo después volver a engañar al mundo con
otro gigante que decía que había descubierto en Colorado, pero este segundo
engaño nadie le dio crédito. Se fue a Inglaterra y nunca más se supo de él.
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