23 de enero de 2021

SIMBOLOGÍA DEL DIAMANTE

 

Si existe una piedra preciosa de profundo significado místico, esa piedra es el diamante. Su interpretación más genuina procede de Asia y concretamente de los budistas, quienes identifican al diamante con la deidad suprema. El patriarca zen Huel-neng decía: “Aquello que no crece ni decrece es el diamante”.

Tampoco se identifica con el vacío absoluto y de ahí procede una técnica para alcanzar el satori o la iluminación consistente en fijar intensamente la mirada en el brillo que desprende esta piedra singular hasta lograr que la mente se vacíe por completo de todo pensamiento.

Por lo general se le ha considerado como un signo de claridad y la luminosidad; la pura transparencia, superior, por tanto, al cristal. Su simbolismo emblemático se encuentra asociado, desde tiempos inmemoriales, a todo lo beneficioso, y en último caso, siempre resulta representativo de la continuidad total y de la absoluta espiritualidad.

Para los pueblos del valle del Indo, los cuales concedían gran importancia al significado emblemático de la mineralogía, el diamante era como una especie de embrión que nacía de la tierra y había adoptado primero la forma de cristal, para alcanzar en el curso de transformaciones la perfección o madurez del ya, desde entonces, llamado diamante.

Debido a la dureza que el diamante tiene, se le ha asociado con los instrumentos que rayan o cortan a todos los demás minerales y, en este sentido, el budismo, y todos los pueblos del Lejano Oriente, relacionan el diamante con el rayo y su pode de penetración.

Al mismo tiempo, también se le considera, en muchas zonas del continente asiático, como un símbolo de lo inmutable y de lo inalterable y, por lo mismo, no sujeto a mutación ni cambio debidos a causas externas o agentes atmosféricos erosivos y desgastadores.

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