DERECHOS DE AUTOR EN LA ANTIGÜEDAD
Mientras que los editores se enriquecían, los autores de Roma, igual que los de Grecia, tenían que conformarse con muy poco. Los autores antiguos nunca esperaron que su trabajo les reportaré algún beneficio.
En cualquier caso, la queja de los autores se quedaba en el terreno moral y no llegaba nunca a delatar una violación de derecho, pues no existía tal derecho. Podríamos suponer que al no tener protección legal, los autores recibían alguna compensación sobre el derecho que los libreros obtenían de sus obras. Pero no era así, no recibían nada.
El derecho de propiedad literaria no estaba tipificado en el derecho romano. Los autores se quejaban a menudo del mal uso de su nombre o el robo de sus obras, pero nunca se preguntaron cómo podrían defenderse.
Cicerón escribió a Ático: “¿Te propones publicar mi obra contra mi voluntad? Ni siquiera Hermodoro se atrevió a hacer cosa semejante”. Se refiere al discípulo de Platón que negoció con la obra de su maestro mereció ser considerado como un infame.
Marcial se quejaba de que los piratas saqueaban su obra y de su famoso nombre sirviera de reclamo para amparar obras indignas.
Quintiliano también sufrió el plagio de sus obras. Los estudiantes copiaban sus conferencias y las publicaban a escondidas. Se vio obligado a proceder él mismo a la publicación, y solo para evitar el robo se decidió a hacerlo. En su prefacio dice: “Creo que los jóvenes lo hicieron como prueba de su estimación para mí”.
Galeno tuvo varias experiencias de plagiarios y libreros, además de sus muchas obras de medicina, publicó unos cuantos artículos sobre estos percances. Sus notas de los exámenes de sus pacientes eran al instante copiadas y publicadas con nombres falsos. Así que tenía que unir esas notas y publicarlas de manera real, para invalidad las falsificaciones.
San Jerónimo se quejaba en una carta de que en cuanto escribía algo, amigos y enemigos se apresuraban a publicarlos, sin su consentimiento.
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