12 de septiembre de 2020

PINTORES Y SUS PINTURAS-2


Hans van Meegeren, el falsificador de pinturas de Vermeer, podría no haber sido descubierto jamás si no hubiera vendido una al jefe nazi, Hermann Goering. El gobierno holandés de posguerra, suponiendo que la pintura era un Vermeer auténtico, procesó a Hans van Meegeren por enviar un tesoro nacional fuera del país. El artista confesó el fraude, y lo demostró pintando otro Vermeer para un jurado de críticos de arte.

La falsificadora de arte Madame Claude Latour era tan hábil que algunas de sus vidas pinturas de calles y suburbios de París, al estilo de Maurice Utrillo engañaron al propio Utrillo. El pintor confesó que muchas veces no estaba seguro de cuáles eran suyas y cuáles de Latour.

Claude Monet trabajaba en los campos de los acantilados en Etretat sobre cinco o seis pinturas a la vez. A medida que cambiaba el tiempo, pasaba de una tela a otra.

La pintura más grande del mundo es la Batalla de Gettysburg, pintada en 1883 por Paul Philippoteaux y 16 ayudantes, quienes trabajaron durante dos años y medio. Mide 125 metros de longitud por 21 metros de altura, y pesa 5349 kilos. En 1962, la pintura fue comprada por Joe King, de Winston, Salem, Carolina del Norte.

En el siglo XIX, el pintor francés Jean Géricault estudió hombres agonizantes en un hospital, se afeitó la cabeza y se encerró con despojos humanos en el depósito de cadáveres. Esta fue su manera de llevar al extremo el espíritu del realismo social cuando estaba trabajando en su obra maestra, La balsa de la Medusa. Se había inspirado en un desastre marino en el cual 149 pasajeros de un barco hundido terminaron flotando en una balsa en el mar. Su Balsa provocó protestas furiosas de los miembros de la escuela clásica.

La pintora suiza Angélica Kauffman ya era famosa a la edad de once años. Murió a los 67, habiendo pintado toda su vida. Sus retratos y sus pinturas históricas se pueden ver en casi todos los grandes museos de Europa.

Le Bateau, de Henri Matisse, estuvo expuesto durante 47 días, en 1961, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, antes que alguien notara que estaba boca abajo. Habían pasado frente a la pintura alrededor de 116 000 personas antes que se diesen cuenta del error,

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