29 de enero de 2020

LA CIUDAD DE COBRE



Dentro del islam medieval existían algunos objetos mágicos equiparables en historia al cáliz cristiano y como él, ambicionado por importantes personajes dispuestos a organizar expediciones para buscarlos.

Este es el caso de los vasos metálicos que según la leyenda habían pertenecido al rey bíblico Salomón, quien los habría utilizado para encerrar en ellos a los genios o djinn, ponerlos a su servicio y controlar mejor su poder. Estos Vasos de Salomón fueron objeto de deseo y especulación.

Una de las versiones dice que el califa Abd al-Malik b. Marwab (646-705) organizó una gran expedición al mando de la que colocó a Musa b. Nusayr, gobernador del Magreb, comenzando un épico viaje que terminó con la construcción de la fantástica e impenetrable “Ciudad de Cobre”, encargada de custodiar el tesoro.

Esta ciudad, de proporciones descomunales, estaba rodeada de una altísima muralla de cobre con un perímetro que se tardaba siete días en recorrer. Lo más extraño de este lugar era que no había puerta de entrada ni nadie que lo vigilara. Cada vez que Musa ordenaba a uno de sus mejores soldados que trepara el muro, el elegido mostraba un comportamiento raro. Una vez en lo más alto y después de divisar su interior, el soldado era dominado por una risa histérica y se precipitaba al otro lado. Nunca se volvía a saber de él.

La Ciudad de Cobre parece ser que se encontraba en los confines de Occidente, en algún rincón entre el Magreb o de al-Andalus. Otros dicen que se encontraba en el extremo oeste de África o en la Península Ibérica.

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