LA CIUDAD DE COBRE
Dentro del islam medieval existían algunos objetos mágicos
equiparables en historia al cáliz cristiano y como él, ambicionado por
importantes personajes dispuestos a organizar expediciones para buscarlos.
Este es el caso de los vasos metálicos que según la leyenda
habían pertenecido al rey bíblico Salomón, quien los habría utilizado para
encerrar en ellos a los genios o djinn, ponerlos a su servicio y controlar
mejor su poder. Estos Vasos de Salomón fueron objeto de deseo y especulación.
Una de las versiones dice que el califa Abd al-Malik b.
Marwab (646-705) organizó una gran expedición al mando de la que colocó a Musa
b. Nusayr, gobernador del Magreb, comenzando un épico viaje que terminó con la
construcción de la fantástica e impenetrable “Ciudad de Cobre”, encargada de
custodiar el tesoro.
Esta ciudad, de proporciones descomunales, estaba rodeada de
una altísima muralla de cobre con un perímetro que se tardaba siete días en
recorrer. Lo más extraño de este lugar era que no había puerta de entrada ni
nadie que lo vigilara. Cada vez que Musa ordenaba a uno de sus mejores soldados
que trepara el muro, el elegido mostraba un comportamiento raro. Una vez en lo
más alto y después de divisar su interior, el soldado era dominado por una risa
histérica y se precipitaba al otro lado. Nunca se volvía a saber de él.
La Ciudad de Cobre parece ser que se encontraba en los
confines de Occidente, en algún rincón entre el Magreb o de al-Andalus. Otros
dicen que se encontraba en el extremo oeste de África o en la Península
Ibérica.
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