14 de abril de 2019

LA MÁQUINA DE LA LLUVIA



Stephen Salter, ingeniero y profesor de la Universidad de Edimburgo, famoso en el Reino Unido por sus logros en los años setenta en el campo de la tecnología mareomotriz, inventó una “máquina de la lluvia”.

Su máquina de la lluvia consistía en un aspersor gigante que transformaba el agua del mar en vapor, facilitando la evaporación natural y la formación de la lluvia. El aparato adaptaba el diseño de una turbina de aire ya existente, la Darrieus, similar a una trituradora de comida de 3,5 metros de altura y con dos hélices que giraban sobre un eje vertical.

Esas hélices recogerían el agua marina y la lanzarían, pulverizada, a diez metros de altura por encima del nivel del mar. Según él, esto facilitaría el proceso de evaporación natural, ya que el vapor de agua pulverizado rompería la resistencia de una capa de aire húmedo y estático, que se suele formar justo sobre el nivel del mar.

Cada turbina tendría capacidad para pulverizar medio metro cúbico de agua por segundo. Salter calculó que cientos de turbinas repartidas por las zonas calurosas del planeta podrían fabricar la lluvia necesaria para evitar las sequías. Según su opinión, un centenar de turbinas en funcionamiento durante cien años serían suficientes para revertir las consecuencias que sobre el nivel del mar tendría en el futuro el efecto invernadero en el planeta.

Los meteorólogos no están de acuerdo con la eficacia de su ingenio, ya que dudan de que el vapor de agua pueda mezclarse con el aire de las capas superiores de la atmósfera para formar nubes y que sea posible prever dónde caería esa lluvia. Ian Brooks, valoró el invento de Salter: “Es la solución que un ingeniero da a un problema meteorológico. Jamás se le habría podido ocurrir a un experto en fenómenos atmosféricos.

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