JEAN ANTHELME BRILLAT-SAVARIN Y LOS LITERATOS
El gastrónomo Jean Anthelme Brillat-Savarin decía sobre los
literatos en cuanto su forma de comer y beber:
“bajo el reinado de Luis XIV, los literatos eran borrachos;
seguían la moda de entonces, y las memorias de aquellos tiempos abundan en
buenos ejemplos sobre el particular. Actualmente son gastrónomos y, por tanto,
ha habido un progreso favorable.
Disto mucho de la opinión del cínico Geoffroy, que decía que
las obras modernas carecen de vigor porque los autores no bebían más que agua
con azúcar.
La época actual abunda en hombres de talento, quizá se
perjudiquen por la multitud que forman; pero la posteridad, al juzgarlos con
más calma, encontrará muchos dignos de admiración. De esta manera, nosotros
mismo hicimos justicia a las obras maestras de Racine y Molière, cuyos
contemporáneos las recibieron fríamente.
Nunca se han visto literatos en sociedad ocupando posición
más agradable que actualmente. No habitan las elevadas buhardillas que otras
veces les echaban en cara; las comarcas de la literatura se han hecho más
fértiles; las olas del Hipocreno arrastran también pepitas de oro; iguales a
todos, ya no tienen que oír ningún lenguaje protector; y para colmo de bienes,
la gastronomía les confiere a manos llenas sus más exquisitos favores.
Se convida a literatos atendiendo a la estima de sus
talentos se hace, porque hay generalmente algo picante en su conversación y
también porque desde algún tiempo a esta parte es de rúbrica que cada sociedad
tenga su literato.
Los señores aludidos llegan siempre un poco tarde, pero con
todo los reciben mejor por los deseados que han sido; lo engolosinan para que
vuelvan, los agasajan para que brillen, y como eso les parece muy natural, se
acostumbran a ello, se hacen gastrónomos, prosiguen siéndolo y continúan con lo
mismo.
Las cosas han llegado a tal extremo que ha habido su poquito
de escándalo. Algunos hurones pretender que se han dado ciertos almuerzos con
objeto de seducir, que ciertos nombramientos habían salido de pasteles
determinados y que con el tenedor se había abierto el templo de la
inmortalidad. Pero los que propalaban todo eso eran maldicientes; tales rumores
cesaron como otros muchos; lo hecho queda y si aquí menciono cosas semejantes,
únicamente es para demostrar que estoy al corriente de cuanto a mi asunto
atañe”.
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