INCREÍBLE PERO CIERTO-2
Luis VI, el Gordo (1081-1137) prohibió que los cerdos circularan
libremente por las calles de París. Esto se debía a que su hijo murió al caerse
del caballo por culpa de un cerdo.
Cuentan que el rey Fernando el Católico consumía muchas
criadillas de toro para fortalecer su virilidad.
El rey Luis XVI de Francia y su esposa María Antonieta no
consumaron su matrimonio hasta siete años después de su boda.
Una de las perversiones del rey Enrique VIII de Inglaterra
(1509-1574) era mantener relaciones con sus numerosas mujeres arrojándolas encima
de la mesa donde acababan de comer.
El duque de Wellington (1769-1852) era adicto al opio que tomaba
para recuperarse de sus resacas.
Cayo Antistío, político romano aficionado a la medicina,
practicaba sangrías a sus pacientes. Ponerse en sus manos era desangrarse por
completo.
Mohamed II para descubrir cuál de sus pajes se había comido
unos melones que le habían desaparecido, mandó que se les abriera el estómago
en vivo y de uno en uno. Al llegar al número 14, apareció en culpable.
El marqués de Crochant tenía 365 sortijas, cada día se ponía
una distinta.
Cuentan que la amante de Luis XV, Jeanne Antoinette Poison,
marquesa de Pompadour, gasto durante su vida más de seis millones de francos en
perfumes.
Cuando Juan II de Portugal murió en 1495 se prohibió que los
ciudadanos se afeitaran durante seis meses.
Jahangir, gran mongol de la India, tenía un harén que estaba
compuesto por 300 esposas, 5000 mujeres sirvientas y mil jovencitos que
satisfacían todos sus deseos.
El emperador germano Maximiliano I murió a causa de una
indigestión de melones.
El rey David de Israel consideraba el aceite de oliva como
uno de sus más preciados tesoros. Tenía grandes extensiones de terreno
plantadas exclusivamente de olivos.
Uno de los caprichos del emperador romano Heliogábalo
(204-222) era servir a sus invitados manjares de cera que imitaban a los platos
que él degustaba ante los presentes. Éstos eran obligados, bajo pena de muerte,
a simular que estaban comiendo.
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