7 de diciembre de 2018

HISTORIAS CON SAL



La primera carta de navegación de una corriente oceánica fue publicada por Benjamín Franklin en 1769. Franklin se había dado cuenta que los barcos americanos cruzaban el océano Atlántico dos semanas antes que los barcos ingleses. Se enteró que cuando viajaban hacia Europa, los timoneles americanos aprovechaban la fuerza de la corriente que iba hacia el este, y en el viaje de regreso trataban de evitarla. Por medio de mediciones de temperatura, y observando los cambios de color en las aguas, Franklin dibujó una carta en la que marcaba el curso de la gran corriente, a la que llamó “Corriente del Golfo”. Los capitanes británicos no hicieron caso de la carta de este río en el océano, durante muchos años, pero para los americanos era muy valiosa.

En el Mar Muerto y en el Gran Lago Salado es imposible ahogarse. La salinidad del agua es tan elevada que la superficie se vuelve espesa y es difícil penetrar.

Nunca se ha encontrado sal en las formaciones antiguas de roca. Todos los depósitos de sal de origen acuoso. El total de los 560 000 km³ de sal depositados sobre la tierra son sal marina que provino del mar en el pasado.

Cada año, 9 millones de toneladas de sal, que es más del 10% de la producción mundial, se esparce sobre las carreteras americanas para deshelar los caminos. El coste de compra y aplicación de la sal alcanza los 200 millones de dólares.

El capitán Willian Bligh (1754-1817), también conocido como la víctima del motín de su tripulación en el barco Bounty, fue víctima de otra rebelión: cuando era gobernador de Australia, en 1808, Bligh trató de acabar con el contrabando de ron. Surgió la rebelión del ron, y los oficiales del Nuevo Cuerpo de Gales del Sur arrestaron a Bligh, se hicieron cargo del gobierno y lo tuvieron prisionero durante todo el año siguiente hasta que llegó un nuevo gobernador.

Cada 1600 m³ contienen cerca de 150 millones de toneladas de minerales. Hay cerca de 5600 millones de km³ de agua de mar en el planeta.

Los océanos de todo el mundo son tan enormes y profundos que si la Tierra tuviera una costra completamente doble, el mar formaría una cubierta de cerca de 2 682,24 de espesor.

La sal ayudó a construir el canal Erie. Un impuesto del 12,5% sobre la sal en Nueva York, más el portazgo cobrado por los cargamentos de sal, pagaron casi la mitad de los 7 millones de dólares que costó su construcción.

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