LOS FINES DEL MUNDO
Algunos astrólogos y adivinos vaticinaron, en el año 1523,
que un diluvio destruiría la ciudad de Londres, el 1 de febrero 1524. Al acercarse
la fecha, unas 20.000 personas abandonaron la capital inglesa huyendo de lo que
creían que era el fin del mundo. Un prior del convento de San Bartolomé había
construido un refugio, que lleno con alimentos y agua para poder sobrevivir dos
meses. Es evidente que no pasó nada. Para no quedar tan mal en su error,
dijeron que se produciría cien años después, el 1 de febrero de 1624.
Al mismo tiempo, el astrólogo alemán Johannes Stoeffler,
predijo que un Diluvio Universal se produciría el 20 de febrero del mismo año
de 1524. Ese día cayó una gran tormenta en el valle del Rin que alarmó a sus
habitantes. Hubo víctimas y grandes daños materiales. En el año 1528, volvió a
predecir otro nuevo Diluvio, está vez nadie le creyó.
Desde entonces ha habido muchísimas profecías del fin del
mundo. Entre otras las del matemático y teólogo William Whiston para el 13 de
octubre de 1736. El de William Bell para el 5 de abril de 1761.
William Miller, un agricultor ateo convertido, fundó la
secta de los Adventistas del Séptimo día, convenció a sus seguidores de que el
Juicio Final se produciría el 23 de abril de 1843. Después de ese error, lo
volvió a vaticinar para el 7 de julio de 1843, el 21 de marzo de 1884 y el 22
de octubre de 1844. Lo que pretendía con esos engaños era hacer negocio ya que sacó
provecho vendiendo vestimentas de ascensión.
En 1881, unos egiptólogos lo predijeron, midiendo las
proporciones de la Pirámide de Keops. Unos años después, la secta rusa de los
Hermanos y Hermanas de la Muerte Roja, lo anunciaron para el 13 de noviembre de
1900, eso produjo el suicidio masivo de muchos de sus adeptos.
El mes de octubre de 1908 fue el elegido por el comerciante
neoyorkino Lee T. Splanger para que se acabase el mundo. Una chica californiana
Margaret Rowan, dijo que el arcángel Gabriel
le había comunicado que el mundo se acabaría el 13 de febrero de 1925.
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