EL PUIG DE NA FÀTIMA (LEYENDA BALEAR)
Un joven de Valldemossa, vivía en Argel como esclavo de un árabe ciego y poderoso, que había conseguido tener gran cariño por su señor. Cualquier excusa era buena para que el tema de conversación fuera Mallorca, lejana en la distancia, pero tan cerca en los recuerdos del muchacho.
El esclavo sabiendo los gustos de su amo, le repetía las historias que de niño escuchó contar a los ancianos del pueblo, en especial la que hablaba de los poderes de unas hierbas milagrosas, que curaban cualquier dolencia, y que se encontraban en la cima de una montaña de Valldemossa, pero que sólo curaban si se seguía con ellas un ritual.
La posibilidad de librarse de su ceguera, hizo que el anciano estuviera a punto de mandar al joven a su tierra natal, en busca de las hierbas, pero el temor a que no volviera le hacía renunciar de su idea, hasta que un día decidió correr el riesgo.
-“Tened confianza en mí, le dijo el mallorquín, sólo pido siete pares de zapatillas, que llevaré conmigo a Mallorca. Y no temáis por mi regreso que muy pronto estaré con usted”.
Cuando llegó al Puig de na Fàtima, se calzó el primer par de zapatillas y anduvo con ellas todo el día por la montaña, al día siguiente repitió la operación con otro par, y así, un día tras otro, hasta haber usado los siete.
Terminado el ritual, el muchacho recogió las catorce babuchas y embarcó hacía Argel. En cuanto llegó se presento a su amo, y sin pérdida de tiempo, hizo que se pasase las zapatillas por los ojos en el orden en que él se las iría pasando. Tomó primero las del lunes, luego las del martes y así, hasta las del domingo. Al terminar de pasarse el séptimo par, los ojos del anciano recobraron la vista.
Emocionado y agradecido, devolvió la libertad a su esclavo, y colmándole de riquezas, lo repatrió a su querida Mallorca.
El esclavo sabiendo los gustos de su amo, le repetía las historias que de niño escuchó contar a los ancianos del pueblo, en especial la que hablaba de los poderes de unas hierbas milagrosas, que curaban cualquier dolencia, y que se encontraban en la cima de una montaña de Valldemossa, pero que sólo curaban si se seguía con ellas un ritual.
La posibilidad de librarse de su ceguera, hizo que el anciano estuviera a punto de mandar al joven a su tierra natal, en busca de las hierbas, pero el temor a que no volviera le hacía renunciar de su idea, hasta que un día decidió correr el riesgo.
-“Tened confianza en mí, le dijo el mallorquín, sólo pido siete pares de zapatillas, que llevaré conmigo a Mallorca. Y no temáis por mi regreso que muy pronto estaré con usted”.
Cuando llegó al Puig de na Fàtima, se calzó el primer par de zapatillas y anduvo con ellas todo el día por la montaña, al día siguiente repitió la operación con otro par, y así, un día tras otro, hasta haber usado los siete.
Terminado el ritual, el muchacho recogió las catorce babuchas y embarcó hacía Argel. En cuanto llegó se presento a su amo, y sin pérdida de tiempo, hizo que se pasase las zapatillas por los ojos en el orden en que él se las iría pasando. Tomó primero las del lunes, luego las del martes y así, hasta las del domingo. Al terminar de pasarse el séptimo par, los ojos del anciano recobraron la vista.
Emocionado y agradecido, devolvió la libertad a su esclavo, y colmándole de riquezas, lo repatrió a su querida Mallorca.
6 comentarios :
No me extraña nada, por esa zona de tu isla es especialmente hermosa.
Linda leyenda.
Y hermosa foto.
Beso.
Enrique si que es bonita, no me extrañaría que esas hierbas existiesen de verdad.
Un beso.
Marcela a eso se le llama cariño y lealtad entre esclavo y amo.
Un beso.
No respetar la grafia, en este caso la tilde abierta, no me parece nada respetuoso con la lengua de los mallorquines.
El resto de españoles deben saber que en catalán (sea insular o no) existen el acento abierto y el cerrado.
Sin complejos.
Anónimo perdona no era mi intención ofenderte tanto, por un lapsus de acento, o a lo mejor es que soy una inculta.
Gracias por tu visita tu comentario y tus lecciones de catalán.
Con complejos (gracias a Dios)
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