VESTÍBULO
Vesta era una diosa romana, parece ser que de origen
etrusco, que presidía el hogar doméstico. Vesta era hija de Saturno y Rea, que,
perseguida por Apolo, Poseidón y Príapo, fue a refugiarse junto a Júpiter,
jurando que permanecería siempre virgen, por lo que los hombres le consagraron
el fuego, que siendo puro, purifica todas las cosas.
Según la leyenda romana, Eneas salvó el fuego sagrado que
ardía en su templo de Troya y lo llevó a Italia, y el rey Numa erigió un templo
en honor de Vesta, en el todo el tiempo ardía el sagrado fuego.
Estaba al cuidado de seis sacerdotisas llamadas las
vestales, que debían conservarse vírgenes. Si dejaban apagar el fuego o perdían
su virginidad eran condenadas a ser enterradas vivas, para lo que excavaba un
pequeño habitáculo en el que era enterrada la vestal o las vestales culpables,
junto con un jarro de agua y un pan.
En todos los hogares romanos figuraban pequeños altares
dedicados a Vesta y como el sitio más amplio y digno de la casa era el atrio o
portal, en el que el dueño de la casa colgaba sus trofeos e insignias
honoríficas y recibía a sus clientes o visitantes, el lugar en cuestión se
llamó “Vestibulo”.
Si se extinguía el fuego dedicado a Vesta se consideraba
como signo de mal augurio, y en el caso de apagarse el del templo era
considerado como signo de calamidad pública y se suspendían toda clase de actos
públicos, tanto políticos o religiosos.
El animal consagrado a Vesta era el asno, animal
mediterráneo, confirma el origen romano y no griego de esta divinidad.
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