EL FESTÍN DEL REY BALTASAR
En la Biblia se narra la historia de un judío llamado Daniel
que cuando era joven fue desterrado a Babilonia después de la conquista de Jerusalén
por Nabucodonosor. Allí reveló sus capacidades de profeta. Uno de ellos se refiere
al rey Baltasar, en realidad el hijo de Nabónido. Estos episodios seguramente
son una recreación inventada.
Este episodio dice así:
Baltasar organizó un festín en honor de mil dignatorios y,
cuando ya habían bebido bastante, mandó traer los vasos de oro y plata
saqueados en el pasado en el templo de Jerusalén y los profana bebiendo en
ellos.
De repente todos ven con terror cómo aparece una mano sobre
una pared y sus dedos se ponen a escribir un misterioso mensaje en hebreo que
dice: “Mene, Mene, Tekel Upharsin”, “Dos minas, un siclo, dos partes”.
Al ver el mensaje escrito sobre la pared, el rey cambió de
color, sus pensamientos le turbaron, las articulaciones de sus caderas se le
relajaron y sus rodillas se pusieron a castañear.
Baltasar mandó llamar a adivinos caldeos y astrólogos de Babilonia,
y prometió cubrir de riquezas a quien interpretara las enigmáticas palabras. Acudieron
todos, pero ninguno fue capaz de descifrar el mensaje.
De repente, la reina entró en la sala del festín y le dijo a
su esposo que llamara a Daniel, uno de los judíos deportados a Babilonia en 585
a. C., que ya se había distinguido ante Nabucodonosor por sus dotes
adivinatorias.
Llegado ante el rey, Daniel le interpreta el mensaje: “Dios
ha puesto fin a tu reino; te ha pesado y te ha hallado muy ligero; tu reino ha
sido entregado a los persas”.
Baltasar fue asesinado esa noche y los persas tomaron la ciudad.
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