ALEXANDER STANHOPE Y EL TÚNEL
Alexander Stanhope (1848-1917) era un verdadero visionario. Después
de un viaje a Nueva York y tras haber visto el puente de Brooklyn, pensó en
construir un túnel telescópico entre Londres y Nueva York con el fin de
intercambiar noticias e información, fomentar el comercio, etc., al instante
entre ambos continentes.
Era una idea muy loca para llevarla a cabo, pero él nunca se
rendiría y, después de años de investigación y planes para el proyecto, empezó
en 1890 las excavaciones previas en una de las islas del Atlántico, que
facilitó posteriormente la entrega de suministros y la logística del proyecto.
La realidad fue más dura que cualquier plano y durante los
siguientes cuatro años que Alexander y su equipo invirtieron en la isla
surgieron miles de accidentes y contratiempos: plagas y sabotajes, brechas en
las paredes de los túneles que provocaron inundaciones, curiosos visitantes que
terminaban perdidos en las excavaciones laberínticas, reporteros
sensacionalistas que no paraban de repetir que el túnel iba a inundar Londres.
Todos estos problemas fueron suficientes para que Alexander se
volviera loco. Sus últimos años transcurrirían en la clínica mental de Bethnal
Green, entre los delirios y el constante temor a que las paredes del sanatorio
se agrietases de repente y que el agua lo cubriera todo.
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