23 de enero de 2013

YANOMAMIS II



Los yanomamis son un pueblo que habita en la región fronteriza entre Brasil y Venezuela.

Los muchachos yanomamis empiezan su entrenamiento bélico desde muy pequeños. Cuando los niños se pelean sus madres les alientan a devolver golpe por golpe. Cuando es derribado accidentalmente la madre grita desde lejos: “Véngate, vamos véngate”.

Los estudiosos de este pueblo han visto como un chico mordió a otro. La madre de la víctima llegó corriendo, le obligo a dejar de llorar, agarró la mano del otro chico y metiéndola en la boca de su hijo le dijo: “Ahora muérdele tú”.

Si el otro niño golpea a su hijo con un palo, la madre le pone el palo en la mano y, si es necesario, moverá ella misma el brazo. Los chicos yanomamis aprenden a ser crueles practicando con animales.

Estos mismos expertos observaron como un grupo de adolescentes varones, reunidos alrededor de un mono herido, hurgaban con los dedos en sus heridas y le introducían astillas afiladas en los ojos. A medida que el mono iba muriendo, poco a poco, ellos se morían de risa.

Cuando llegan a adultos, los hombres le dan el mismo trato al enemigo en combate. En un combate armado, los asaltantes hirieron a un hombre que había intentado escapar tirándose al agua. Sus perseguidores se zambulleron para atraparlo, lo arrastraron hasta la orilla, lo lesionaron con las puntas de sus flechas, le clavaron astillas en las mejillas y le sacaron los ojos haciendo palanca con el extremo de un arco.

Para los yanomamis, la forma preferida de agresión es el ataque por sorpresa al amanecer. Amparados en la oscuridad, los miembros de la tribu atacante escogen un sendero en las afueras de la aldea enemiga y esperan a que pase el primer individuo, de uno u otro sexo, al romper el día. Matan a todos los varones que pueden, se llevan prisioneras a las mujeres y procuran abandonar “el lugar del crimen” antes de que pueda despertarse toda la aldea. Otras veces se acercan a la aldea lo suficiente como para arrojar una lluvia de flechas antes de retirarse.

Las visitas que unas aldeas realizan a otras con fines pacíficos, se convierten en modos de agresión brutal. Una vez que os invitados se acomodan y dejan a un lado las armas, sus anfitriones los atacan. También puede ocurrir lo contrario, unos anfitriones confiados se ven convertidos en víctimas de sus invitados.

Estos ataques, contraataques y emboscadas se cobran muchas vidas humanas entre los yanomamis, el 33% de las muertes de varones adultos resulta de choques armados.

Las relaciones entre hombres y mujeres de una misma aldea también tienen sus reglas. Los yanomamis son polígamos. Los hombres a quienes ha sonreído el éxito suelen tener más de una esposa, algunos llegan a tener seis a la vez. A veces se puede imponer un segundo marido a una esposa como favor al hermano del marido.

Los esposos golpean a sus mujeres en caso de desobediencia, pero especialmente en caso de adulterio. En las disputas domésticas, los maridos dan tirones de los trozos de caña que las mujeres llevan a modo de pendientes en los lóbulos perforados de sus orejas.

El padre yanomami elige marido para su hija cuando ésta es todavía una niña. Los esponsales, sin embargo, pueden ser alterados o impugnados por pretendientes rivales. Muchas veces para quedarse con la chica, los chicos rivales agarran cada uno de un brazo a la muchacha y tiran en direcciones opuestas mientras ella grita de dolor.

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