YANOMAMIS II
Los yanomamis son un
pueblo que habita en la región fronteriza entre Brasil y Venezuela.
Los muchachos yanomamis
empiezan su entrenamiento bélico desde muy pequeños. Cuando los niños se pelean
sus madres les alientan a devolver golpe por golpe. Cuando es derribado
accidentalmente la madre grita desde lejos: “Véngate, vamos véngate”.
Los estudiosos de este
pueblo han visto como un chico mordió a otro. La madre de la víctima llegó
corriendo, le obligo a dejar de llorar, agarró la mano del otro chico y
metiéndola en la boca de su hijo le dijo: “Ahora muérdele tú”.
Si el otro niño golpea a
su hijo con un palo, la madre le pone el palo en la mano y, si es necesario,
moverá ella misma el brazo. Los chicos yanomamis aprenden a ser crueles
practicando con animales.
Estos mismos expertos
observaron como un grupo de adolescentes varones, reunidos alrededor de un mono
herido, hurgaban con los dedos en sus heridas y le introducían astillas
afiladas en los ojos. A medida que el mono iba muriendo, poco a poco, ellos se
morían de risa.
Cuando llegan a adultos,
los hombres le dan el mismo trato al enemigo en combate. En un combate armado,
los asaltantes hirieron a un hombre que había intentado escapar tirándose al
agua. Sus perseguidores se zambulleron para atraparlo, lo arrastraron hasta la
orilla, lo lesionaron con las puntas de sus flechas, le clavaron astillas en
las mejillas y le sacaron los ojos haciendo palanca con el extremo de un arco.
Para los yanomamis, la
forma preferida de agresión es el ataque por sorpresa al amanecer. Amparados en
la oscuridad, los miembros de la tribu atacante escogen un sendero en las
afueras de la aldea enemiga y esperan a que pase el primer individuo, de uno u
otro sexo, al romper el día. Matan a todos los varones que pueden, se llevan
prisioneras a las mujeres y procuran abandonar “el lugar del crimen” antes de
que pueda despertarse toda la aldea. Otras veces se acercan a la aldea lo
suficiente como para arrojar una lluvia de flechas antes de retirarse.
Las visitas que unas
aldeas realizan a otras con fines pacíficos, se convierten en modos de agresión
brutal. Una vez que os invitados se acomodan y dejan a un lado las armas, sus
anfitriones los atacan. También puede ocurrir lo contrario, unos anfitriones
confiados se ven convertidos en víctimas de sus invitados.
Estos ataques, contraataques
y emboscadas se cobran muchas vidas humanas entre los yanomamis, el 33% de las
muertes de varones adultos resulta de choques armados.
Las relaciones entre
hombres y mujeres de una misma aldea también tienen sus reglas. Los yanomamis
son polígamos. Los hombres a quienes ha sonreído el éxito suelen tener más de
una esposa, algunos llegan a tener seis a la vez. A veces se puede imponer un
segundo marido a una esposa como favor al hermano del marido.
Los esposos golpean a sus
mujeres en caso de desobediencia, pero especialmente en caso de adulterio. En las
disputas domésticas, los maridos dan tirones de los trozos de caña que las
mujeres llevan a modo de pendientes en los lóbulos perforados de sus orejas.
El padre yanomami elige
marido para su hija cuando ésta es todavía una niña. Los esponsales, sin
embargo, pueden ser alterados o impugnados por pretendientes rivales. Muchas veces
para quedarse con la chica, los chicos rivales agarran cada uno de un brazo a
la muchacha y tiran en direcciones opuestas mientras ella grita de dolor.
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