CÁLAMO O PLUMA

Las plumas de ave, como medio de escritura, se utilizaron desde la antigüedad hasta la Edad Media.

Los cálamos (parte inferior hueca de la pluma que está insertada en la piel de un ave), se realizaban con plumas externas de las alas de las aves, las más cotizadas eran las de pato, cisne, cuervo o pavo. Los cálamos de las aves grandes al ser de mayor espesor se sujetaban con más facilidad.

Los entendidos decían que las plumas de ala izquierda eran más adecuadas para los diestros, mientras que las del ala derecha eran las idóneas para los zurdos.

El cálamo se fabricaba endureciendo la pluma mediante calor, luego se cortaba la punta, cortándola con un cortaplumas. El que escribía iba manteniendo la punta en bisel, haciendo frecuentes cortes para afilar la punta.

En el siglo XIII al reemplazarse el pergamino por el papel, las plumas tenían las puntas biseladas más finas. En ese momento, llegó la necesidad de inventar algo que no necesitara ser afilado continuamente. Se hicieron numerosos experimentos intentando fabricar plumas con cuerno, caparazón de tortuga, de piedras preciosas, de bronce, etc.

En 1803, el inglés Bryan Donkin patentó la primera pluma de acero. Le siguieron numerosos fabricantes ingleses, así que el cálamo dejó de usarse. En 1829 aparecieron los plumines de acero que se hicieron muy populares.

En 1884, Lewis Waterman, patentó la primera pluma estilográfica con depósito de tinta. Inventó un mecanismo que facilitaba tinta a la punta del plumín, haciendo que la tinta fluyese de forma uniforme mientras se escribía. La tinta se colocaba en un depósito, en el interior, y fluía por el plumín hasta el papel.