EL MATRIMONIO DE LOS HITITAS
Los Hititas veían el matrimonio desde el punto de vista del hombre, que daba el primer paso y, después, a los padres de la mujer les correspondía autorizar el matrimonio. Para que se pudiera celebrar el matrimonio existían dos recursos; el rapto y la compra.
El matrimonio por compra se realizaba en familias libres. El hombre entregaba un valioso regalo a la mujer elegida, que al ser aceptado suponía el inicio de una relación. Los padres no perdían el derecho de romper ese trato, en el caso de que apareciese otro candidato más rico. Esto suponía que estaban obligados a devolver el primer regalo. En el caso de que se negaran, los jueces otorgaban todos los derechos al ofendido para que se casara con la elegida.
El matrimonio por rapto consisitía en utilizar el verbo piddâ, que significaba huir, escapar, raptar. Este matrimonio sólo ocurría cuando la mujer estaba obligada a casarse con un hombre al que no amaba, porque había entregado su corazón a otro. El rapto traía consecuencias que llegaban a ser sangrientas.
La mujer estaba atada al marido por un compromiso de fidelidad absoluta. Las leyes hititas penalizaban duramente las relaciones sexuales incestuosas, lo que no pasaba en Egipto y en otros paises cercanos.
Si un matrimonio no era consumado en el plazo de un mes, se anulaba el matrimonio. Los padres de ella la recogían en su casa, pero antes se asegurabab de que él no les iba a reclamar la dote.
El matrimonio quedaba disuelto con el divorcio o por la muerte de uno de ellos. Cuando se separaba un hombre libre de una esclava, ella pasaba a ser libre y, sólo se quedaba con uno de los hijos, todos los demás, si los había, se quedaban con el padre. Si sólo habían tenido uno, se lo llevaba el padre.
Cuando una mujer se quedaba viuda, podía casarse con cualquiera de sus cuñados y hasta con su suegro. Se permitía que pasara de unos a otros, siempre que el marido hubiera fallecido.
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