ARISTÓTELES Y ALEJANDRO

Alejandro Magno tenía 13 años cuando su padre, el rey de Macedonia Filipo II, invitó a Aristóteles a hacerse cargo de la educación de su hijo.

Filipo quería para su hijo y heredero una esmerada educación, un buen dominio de la “paideía” (base de educación que dotaba a los varones de un carácter verdaderamente humano), de la cultura y la educación helenas, mejor que la que él había tenido en Macedonia.
Aristóteles, que por entonces tenía 40 años, no era todavía un filosofo de gran fama, pero Filipo puso en el toda su confianza.

En Pela, el filósofo, preparó para el príncipe el texto de la Ilíada homérica con comentarios propios. Alejandro lo conservó durante toda su vida, y se lo llevaba siempre a sus campañas. La Ilíada despertó en el joven un personal y profundo entusiasmo.

Aristóteles infundió al príncipe el gusto por la poesía griega, hasta el punto de que Alejandro, que solía citar a Eurípides, respeto la casa del poeta Píndaro cuando ordenó arrasar Tebas.
El filósofo inculcó a su alumno el deseo de observar la naturaleza, el interés por la medicina y la geografía.

Alejandro como todos los héroes antiguos era propenso a los excesos, al desenfreno emotivo, a la audacia y a una ambición extrema. Su maestro trato de frenar esa inquietud orientándola hacía la virtud y el altruismo, y moldeando su talante.

Aristóteles y Alejandro estuvieron juntos 3 años, en un ambiente retirado de la corte en Mieza, un palacete apodado el Ninfeo, lejos de Olimpíade, la madre de Alejandro. En 340 a.C., Alejandro terminó sus estudios y empezó su carrera política, al ser nombrado por su padre regente de Macedonia.

Como pago a sus servicios Aristóteles obtuvo una espléndida recompensa; ver reconstruida su ciudad natal, Estagira, que había sido destruida por Filipo durante la guerra Calcídica. Como despedida escribió para Alejandro; “Sobre la monarquía”.