HISTORIA DEL ABANICO
El abanico es originario de China. El más primitivo pudo haber consistido en una simple hoja de palmito. Posteriormente se confeccionaron variantes de bambú, dividido por un extremo en varilla y cubiertos de papel.
En Oriente han sido siempre considerados como símbolo de realeza y autoridad y están ligados a las ceremonias rituales.
El abanico plegable, invención japonesa, fue introducido en Italia y Francia por Catalina de Médicis. Consistía en una estructura rigida (montura) y una hoja (país), la primera eran 12 o 14 varillas protegidas por dos defensas (guardas) de mayor consistencia.
Se empleó para su confección, igual que ahora, marfil, nácar, hueso y madera, decorados con grabados e incrustaciones. Las varillas se aseguraban en el eje con un pasador llamado clavillo, protegido por los padrones de ambos lados con un broche que forma el mango. La hoja o país estaba formada por dos piezas iguales de papel, seda, encaje, pergamino, o una fina piel de cabritilla.
Hasta la I Guerra Mundial, Paris figuró a la cabeza de la industria del abanico en Europa. En España la industria y el empleo del abanico tienen mucha tradición. Aparece en varios inventarios reales y documentos cincocentistas.
Aparece con abanico, retratada por Rubens, Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II. En el siglo XVII los más ilustres artistas colaboran en esta industria. En Madrid aparece el abanico “de mesa revuelta”, en que se reproducen cartas, naipes, retratos, impresos... Desde principios del siglo XIX se centra la industria en Valencia, que produce una gran variedad de ellos, desde los más normales a los grandes “pecicones”. Pintores como Sorolla y Fortuny han firmado abanicos.
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