RICHARD FORD Y LAS BEBIDAS EN ESPAÑA
Richard Ford (1785-1858) fue un hombre de gran cultura. Viajero incansable, recorrió España durante varios años, tomando apuntes y notas sobre usos y costumbres de la época, que se convirtió en el libro “Cosas de España”. Fue el primer hispanófilo extranjero.
Sobre las bebidas en España dijo:
Las bebidas frías en los veranos secos de España no son un
lujo, sino una necesidad. Se venden helados y refrescos por las calles a
precios tan bajos, que todo el mundo puede tomarlos; los ricos suelen refrescar
con agraz. Esto, o sea el árabe hacaras, es el refresco más delicioso que puede
darse a un sediento mortal; es el nuevo placer que Jerjes buscaba en vano y
aventaja en mucho al «hock y soda», el hoc era in votis de Byron, y al mismo refresco
con vino jerez. Se hace con uvas verdes prensadas, azúcar clarificada y agua; se cuela todo varias veces hasta que toma un
color ambarado muy claro y se hiela. En Andalucía lo hacen admirablemente, y
merece la pena ir allá en los días de la canícula sólo por beberlo y refrescar
con él el alma y el cuerpo.
En Madrid suelen vender por las calles una bebida muy
agradable que llaman Michi Michi, del valenciano Mitj e Mitj, «mitad y mitad»,
que se parece a la mixtura de Londres como un carbonero a una hermosa
valenciana. Se hace con partes iguales de agua de cebada y horchata de chufas y
se pone muy helado. Los españoles, entre otras frutas refrescantes, comen las
fresas con azúcar y zumo de naranja, cosa que les va mucho mejor que el vino
que emplean los franceses o la nata que suelen usar los ingleses, pues aquél
calienta demasiado y esto produce bilis en España. Los helados españoles son,
por lo común, demasiado dulces y están hechos con azúcar poco refinada; cuando
se les deja en el hielo mucho tiempo para que se endurezcan, metiéndolos en
moldes de la forma de una concha o de algunas frutas, se llaman quesitos.
Otra bebida favorita es la cerveza embotellada, muy floja, mezclada con limón helado. Los españoles, sin embargo, no son muy bebedores de cerveza, siquiera sus antepasados la bebieran más que el vino, que en aquella época no era tan abundante ni tan universal como al presente; la cerveza, producto de los países donde no hay vides, fue introducida en España por los egipcios y cartagineses, y resultó muy buena y muy aceptada.
Los soldados romanos, tan
aficionados al vino, se mofaron de los iberos, bebedores de cerveza, lo mismo
que hicieron los franceses con los ingleses antes de la batalla de Agincourt.
¿Pero puede ese caldo de cebada calentar su alma de horchata a un temple tan
subido?. Polibio habla con desprecio de la magnificencia de un rey español,
porque en su palacio había vasos de oro y plata llenos de cerveza, de vino de
cebada. Los verdaderos godos fueron grandes bebedores de cerveza sencilla y
fuerte, mixturas ásperas y embrutecedoras, según Aristóteles.
Su arzobispo, San Isidoro, distinguía entre el celia cena y
la cerbiria, de donde se deriva la palabra cerveza. Esta bebida, como tantas
otras cosas en España, ha degenerado mucho. La cerveza inglesa fuerte es escasa
y cara.
Entre los muchos ingeniosos absurdos de las leyes de aduanas
españolas, existía el de estar prohibida la cerveza inglesa en barriles y también
las botellas vacías; pero se admitía la cerveza prohibida en las botellas
prohibidas, por el principio, sin duda, de que dos negativas aduaneras
constituyen una afirmación para la Hacienda.
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