29 de marzo de 2019

HIRÕ ONODA, EL TENIENTE REZAGADO


El teniente Hirõ Onoda, destinado al final de la Segunda Guerra Mundial en Lubang, Filipinas. Los aliados tomaron la isla y Onoda y tres de sus compañeros sobrevivieron y se refugiaron en la selva durante años.

Para ellos la guerra no había terminado y no pudieron convencerlos ya que consideraban a todo el mundo enemigo. Uno de los tres compañeros de Onoda, Akatsu, se rindió en 1949 informando de que en la jungla otros tres soldados japoneses que seguían luchando, al no haber sido informados del final de la guerra. Todos los intentos por convencerlos fracasaron.

En 1952, Asahi Shinbun, reportero japonés, se paseó por donde se encontraban los soldados gritando: “La guerra ha terminado, salgan de la jungla por favor”, no obtuvo respuesta. Otro de los soldados, el cabo Shimada, murió en 1954 en una pelea con una patrulla filipina.

En 1972, el soldado Kozuka fue alcanzado en el pecho por una bala y murió. El segundo teniente Hirõ Onoda se convirtió en el único superviviente militar japonés en la isla. Entre 1972 y 1973, el gobierno nipón envió delegaciones en las que se encontraban el padre y el hermano del teniente, que distribuyeron folletos, libros, periódicos y cartas escritas por el padre de Onoda, que pensó que era una trampa de los enemigos.

En 1973, Norio Suzuki, un joven japonés fue a la isla como turista, buscaba al soldado japonés. Lo encontró en medio de la selva y trató de convencerlo de que la guerra había terminado. Pero Onoda se negó a creerle y no quiso dejar las armas. Quería recibir la orden de un superior. El turista regresó a Japón y contó la petición de Onoda.

El que había sido su jefe directo, Taniguchi, propietario de una tienda de libros usados en Tokio, tomo un avión a filipinas y se encontró con su antiguo subordinado, ordenándole que desistieses de su paranoia y volviese a la vida civil.  Onoda obedeció la orden y regreso a Japón. Habían pasado 28 años del final de la Segunda Guerra Mundial.

El gobierno de Japón le pagó un millón de yenes para compensar sus treinta años de servicios a la patria, él donó ese dinero al templo de Yasukuni para la paz de los caídos en las guerras. Publicó su autobiografía que tituló “No surender: my thirty-year war” (Sin rendición: mi guerra de treinta años”.

En el año 1975 se fue a vivir a Brasil. En 1980, después de leer que un adolescente había matado a sus padres, regresó a Japón y en 1984 fundó la Onoda Shizen Juku, un campamento educacional para jóvenes con sedes por todo el archipiélago. En 1966, Onoda volvió a visitar la isla de Lubang y donó diez mil dólares a la escuela local.

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